«Las ciudades, en manos de las finanzas globales». Conferencia de Raquel Rolnik

Conferencia dada por Raquel Rolnik en el CCCB en julio de 2017 en el ciclo de conferencias sobre la ciudad. Aquí podéis ver el vídeo completo. Raquel Rolnik es arquitecta y urbanista brasileña. Ha trabajado tanto en el sector privado como el público, y tiene diversos libros sobre el tema de entre los que destacamos La guerra de los lugares. La colonización de la tierra y la vivienda en la era de las finanzas de la editorial descontrol.

La tesis principal es que estamos bajo un nuevo poder colonial desde finales de las décadas del siglo pasado. Este nuevo poder colonial se llama finanzas globales. El uso del término «colonización» no es baladí: implica tanto la dominación territorial como la cultural. Dicha colonización tiene un único objetivo: la obtención de renta mediante la abertura de nuevas fronteras que sean capaces de generar interés para el capital.

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Rolnik habla de este capital como un «wall of money», un muro de dinero que levita sobre el planeta y busca lugares sobre los que descender para someterlos y extenderse. Recuerda al concepto de Bauman de el capital flotante o el gran capital, una suma de dinero y las personas que lo van siguiendo que no viven en ningún lugar y exigen que cada ciudad les tenga preparado un «puerto» o lugar donde poder establecerse y con similares características en todas las ciudades. Una de las características de este wall of money es que circula en paraísos fiscales donde no paga impuestos; además, teniendo en cuenta que aproximadamente el 80% de los beneficios que obtiene no son para reinversión, sino para entregar dividendos a sus accionistas, se tiene un capital enorme que no repercute positivamente en la población y que sólo busca expoliar.

Se trata de capital desterritorializado, no vinculado con población ni territorio. Y una de las inversiones que ha captado últimamente es la de los inmuebles, cambiando el concepto tradicional de «bien raíz», es decir, establecido, y que hoy en día ha perdido su sentido y se ha convertido en capital también flotante mediante la operación de «titulización«: transformar un espacio construido en un equivalente en un papelito, un bit, información en la nube. Un ejemplo actual de esto es el caso de las viviendas de protección oficial de Madrid que el equipo de Ana Botella vendió al fondo buitre Blackstone a un precio inferior al del mercado, pero Rolnik pone como ejemplo los centros comerciales: fundados por compañías de fondos y con accionistas que sólo esperan obtener réditos de ellos.

La ventaja de estos centros es que los fondos buitre pueden invertir o desinvertir en ellos con un simple gesto, en función de si obtienen beneficios o si existen sitios en los que la inversión es más rentable. Algo así sucedió en Barcelona, donde llegaron de repente grandes fondos de inversión y los ciudadanos de la calle se encontraba de repente compitiendo con grandes jeques, grandes fondos de inversión tejanos, etc. Estos fondos se pueden permitir inversiones a grandes plazos: aunque ahora mismo un edificio no les sea rentable, lo pueden mantener aparcado, vacío, a media construcción, etc, a la espera de que el mercado los revalorice. De nuevo, el ejemplo del gran parque inmobiliario a manos de los bancos que hay en España a la espera de que los precios suban o de que los clientes acepten hipotecas que sólo concede cada banco para la compra de sus propios pisos. Además, su único objetivo es obtener beneficio, con lo que subirán los alquileres o venderán a otros fondos sin tener en cuenta las repercusiones para los ciudadanos.

Hay otros ejemplos, como los barrios sin titularización oficial existentes en América Latina, enormes extensiones a las afueras de las ciudades donde vivían multitud de personas pero que fueron arrasados para ofrecerlos a los grandes inversores.

El siguiente paso en esta cadena de obtención de beneficios pasa de la posesión de las viviendas a la gestión del espacio: smart cities. Productos unificados y construidos en cadena, mismos espacios en distintas ciudades: la hegemonía de los productos inmobiliarios sometidos a la misma lógica del capital. «Las ciudades se transforman en paisajes para la renta y no para la producción y reproducción de la vida que era la ciudad del capitalismo fordista.»

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Y todo este proceso surge de una esfera pública, mediada políticamente, hacia un espacio privado, mediado por corporaciones. La utopía de la autoregulación del capitalismo ha perdido su sentido y ha quedado demostrada como mentira: la gestión política se ha sometido al mercado. Todos los procesos que Rolnik ha explicado hubiesen sido imposibles sin la complicidad de las estados: al permitir el capital flotante, al permitir las inveresiones en vivienda e inmueble, desregularizando la necesidad de la estabilidad de los ciudadanos, incluso financiando estas operaciones (de nuevo: las viviendas de protección oficial que compró Blackstone fueron levantadas con dinero público).

Por suerte, existen cada vez más movilizaciones y resistencias contra esta colonización.

El aumento de las ocupaciones, tanto de vivienda como de espacio público, son tácticas esenciales, experiencias de prefiguración de nuevas formas de organizar la sociedad, de toma de decisión, de autogobierno, de gestión de la vida colectiva que son procesos de construcción de lo común; el espacio público no es un lugar, sino un proceso de construcción autónoma y de definición de un destino de lugar que se opone claramente al papel que el lugar ha tenido bajo la colonización de las finanzas. Creo que hoy tenemos una confrontación entre la toma del territorio para extracción de la renta versus la liberación del lugar para permitir que la vida se desarrolle y que la gente pueda vivir. Son procesos colectivos que eventualmente llegan a explosiones y protestas que permiten vislumbrar la potencia, aunque no está claro cuál es el modelo del futuro, cuál es la nueva organización social que vamos a tener; pero cada resistencia contra un desahucio o contra una privatización, cada apropiación del espacio como lugar de la multiplicidad y la libertad es esencial para construir esta otra alternativa al avance de la colonización.

Surge una pregunta del público asistente sobre si existe una diferencia entre el proceso de exclusión generado por esta nueva colonización y el proceso de exclusión generado, por ejemplo, en la ciudad fordista, cuando los que tenían menos debían abandonar el centro por el precio del suelo. Una similitud: en ambos casos la vivienda es una mercancía, tiene un precio, y por lo tanto sólo es asequible a quien pueda pagar ese precio, generando clases de ciudadanos. Una diferencia: ahora en una ciudad ya no compiten los mismos ciudadanos unos contra otros, el inversor por ejemplo contra su trabajador, sino que los ciudadanos compiten con grandes fondos de inversión. Antes el proceso político trataba de equilibrar la situación para no vaciar las ciudades (más o menos en función del signo político de cada gobierno), pero hasta ahora las clases populares tenían algo de fuerza en la gestión de la ciudad que les permitía cierta redistribución. Eso hoy ha desaparecido y el poder de gestión local ha sido casi anulado por una gestión política favorable al capital. Hoy no es posible hablar con, ni convencer al, capital, porque no es un fondo de inversión: es toda una cantidad de ellos; si uno cede, vendrá otro a ocupar su lugar, cuando no están tan inextricablemente unidos que son indistinguibles. Incluso algunos ciudadanos participan de esta gestión: cediendo sus casas a plataformas de alquiler para poder tener una renta adicional, por ejemplo. Esto es lo poderoso de esta hegemonía cultural: que los ciudadanos son cómplices, no les queda más remedio que ser cómplices.

«La estrategia de Margaret Thatcher para imponer el neoliberalismo fue increíble: casi el 40% de todos los pisos o casas a principios de los 70 era vivienda pública, habitada por la clase obrera británica. ¿Qué hizo Thatcher? Vendió los pisos a la clase obrera a gran descuento, por lo que quebraron la base política del partido laboral: a eso siguió congelación de los sueldos y estancamiento del dinero, por lo que tuvieron que usar sus viviendas como moneda para comprar coches, sobrevivir, pagar la educación de sus hijos.» ¿Cuál fue la consecuencia a largo plazo? La crisis de la vivienda actual: los hijos de aquellos propietarios no pueden acceder a la vivienda.

¿Se puede luchar a pie de calle contra esta colonización? Sí, con movimientos de cultura periféricos y asociaciones. Un muchacho de Sao Paulo hablaba a Rolnik de «prototipar el futuro«. La diferencia entre las luchas de la izquierda por sus demandas y sus aumentos de sueldo y contra la privatización de los 70 y «prototipar el futuro» es que los primeros lucharon por poner en puestos de gobierno a personas con la capacidad de liderar esas luchas e implantarlas en la agenda mientras que los movimientos de hoy no intentan crear partidos políticos o entes capaces de llegar al gobierno e implantar desde allí sus ideas, sino que viven en persona formas nuevas de organizarse y vivir. Existe una gran cantidad de trabajadores al servicio del capital, el Big Data y el control de las personas; pero también otra gran cantidad que lucha contra ello no mediante la oposición, sino mediante la búsqueda de nuevas formas alternativas.

Finalmente, Rolnik habla de las complicaciones actuales con las palabras de Franco Berardi: estamos viviendo en el cadáver de un modelo (de Estado, de sociedad, de forma de vida, sobre todo del capitalismo; lo dice por ejemplo en esta entrevista) que da sus último coletazos: es normal que huela mal y sea duro, pero de aquí surgirán los nuevos modelos para el futuro. Pero no hay que caer en la trampa de la supremacía de lo global, con el ejemplo de los 90 (en el que la propia Rolnik admite haber caído) y con el liderazgo de Barcelona. Barcelona se propuso a finales de los 80 y bajo los cambios propiciados por la cercanía de los Juegos Olímpicos como algo más que una ciudad, un estamento superior: se anunció como un lugar en él que valía la pena estar, un lugar donde vivir e invertir; y, tal vez desde la buena fe, pero dio lugar a la competición entre ciudades y a la llamada al gran capital invirtiendo en ciudades (posesión primero, luego gestión) que ha dado lugar a toda la situación actual.

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