La vida secreta de las ciudades, de Suketu Mehta

Algo en lo que todos los autores que hemos tratado en el blog están de acuerdo es que la ciudad es un ente complejo que sólo se puede abordar desde una multiplicidad de puntos de vista, lo que ni siquiera se acerca a agotar su significado, si es que eso es posible. La abordan urbanistas, arquitectos, geógrafos, ingenieros, sociólogos, paisajistas y tantos otros; y la viven todos sus habitantes, ya lo hagan físicamente, la usen, la visiten o simplemente la sueñen.

La vida secreta de las palabras, de Suketu Mehta, escritor indio residente en Nueva York, la aborda desde el tema literario. Mehta alcanzó la fama con la publicación de Maximun City: Bombay Lost and Found, una narración de su retorno a la ciudad que lo vio nacer y que abandonó con 14 años. El hombre recorre los paisajes que el niño recordaba y explica sus cambios y cómo la ciudad se ha convertido en una megalópolis enorme, colosal y ajena, pero al mismo tiempo reconocible y capaz de tender hilos con sus recuerdos.

vida secreta ciudades

La vida secreta de las palabras es un libro, no una novela, no un estudio, escrito por un autor que ya ha alcanzado el éxito y que repite la fórmula. Mehta desgrana episodios simpáticos que suceden en ciudades, la mayoría más o menos en barrios pobres de la India o favelas de Brasil, y lo mezcla con estadísticas de hechos que están sucediendo en las ciudades, mezclado todo con el amor por las mismas y la visión de los inmigrantes y cómo deben convivir sus distintas ciudades recordadas y habitadas.

Los puntos de vista expresados son, en general, los del autor; acostumbrados como estamos en este blog a unas lecturas más, ehem, académicas, donde la mayoría de afirmaciones suelen recurrir a unas cuantas citas en que apoyarse, todo el armazón construido en La vida secreta de las ciudades parece… inestable. Y algo ñoño. Lo cual no le quita verdad, si es que ésta es posible: es una visión más.

Y una con apuntes más que interesantes:

A los chinos les gusta Europa, en particular, la vieja Europa. Sobre todo, los pueblos europeos viejos. A un magnate de la minería chino le gustó tanto Hallstatt, un pintoresco pueblo austríaco fundado en el siglo II a.C., que decidió encargar, con un coste de 940 millones de dólares, una réplica exacta del mismo cerca de la ciudad industrial de Huizhou, en el delta del río Perla. El nuevo Hallstatt contiene reproducciones de la torre del reloj del pueblo, sus casas de madera y sus calles adoquinadas… Todo está en venta. En 1997, la UNESCO declaró Hallstatt patrimonio de la Humanidad. Los chinos decidieron construir la imitación. Al principio los austriacos se molestaron: se quejaron de que las copias no pagaban regalías. Pero el gusto del pueblo facsímil ha despertado el interés pro el auténtico; si a la lacustre localidad austriaca original antes acudía una cincuentena escasa de turistas chinos al año, ahora la visitan miles. Y los austríacos están encantados de que los emule una superpotencia al alza. En la actualidad la empresa del magnate, Minmetals, está trabajando en una recreación de Escocia en el sudeste chino, cerca de Hunan. ¿Qué clase de Escocia será? No la Escocia de las deprimentes viviendas de protección oficial de Glasgow, por supuesto. Será una Escocia de hombres que lanzan haggis, beben whisky, tocan la gaita, visten falda y se parecen todos a Mel Gibson. En otras palabras, Marca Escocia. (p. 24).

Y, respecto a cómo la imagen de una ciudad hoy en día no viene determinada tanto por lo que sus ciudadanos quieren o incluso lo que a éstos les conviene, sino por las decisiones que toman quienes las financian, Mehta narra cómo cambió la imagen de la ciudad de Nueva York a mediados de los 70:

Felix Rohatyn, el banquero de Lazard que organizó el paquete de rescate cuando Nueva York iba a declararse en bancarrota en 1975, se quejaba de la imagen que la ciudad proyectaba de sí misma: una ciudad derrochadora, dominada por el crimen, dependiente de los subsidios, demasiado acogedora para las aglomeraciones de gente que llegaban de Puerto Rico y otros lugares desfavorecidos. «El estilo de vida de la ciudad desagrada a todo el país», dijo. Había que cambiar el relato: Nueva York tenía que convertirse en una «Meca turística para el resto del país y atraer también a los turistas europeos que observan alarmados la deriva izquierdista de sus respectivos gobiernos. Esta vez, la ciudad de Nueva York debería mirar a Europa y decir: «¡Entrégame a tus ricos!». El relato de Nueva York cambió, y llegaron los turistas: hoy, una de cada cinco personas que está en Manhattan es un turista. (p. 27).

skyline
Skyline de Nueva York, marcas de agua incluidas.

Finalmente, y sólo como apunte, terminamos con las tres reglas necesarias, según el autor, para una ciudad no excluyente:

  • no excluir a nadie de la ley,
  • no excluir a nadie de la celebración;
  • no excluir a nadie de la conversación.
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