Sociología clásica (III): Auguste Comte (1798 – 1857)

Seguimos con la tercera lección de este curso impartido por Bart van Heerikhuizen de la Universidad de Amsterdam.

Auguste_Comte

La Ley de los Tres Estados de la Mente Humana. Así como Marx creía que la historia avanzaba debido a los cambios en la forma en que producimos los bienes que necesitamos (materialista), Comte creía que la historia avanzaba mediante las ideas (idealista). Es ahí donde postuló su famosa teoría de los tres estados: la sociedad pasa por tres estados diferente, a saber:

  • estado teológico (ficticio), aquel en el que la sociedad busca respuestas a las grandes preguntas, de dónde venimos, a dónde vamos, etc, y cuya respuesta sólo la religión puede dar, de ahí que se tienda hacia las religiones;
  • estado metafísico (abstracto), aquel en el que no se abandona la idea de Dios, sino la idea de un Dios concreto que representa una serie de aspectos, adaptando las ideas teológicas a la realidad;
  • estado científico (o positivo), la definitiva adaptación a la realidad, aprehendida mediante la ciencia y la tecnología; la renuncia a las preguntas que, a priori, aún no pueden ser respondidas y adecuación a las que sí pueden serlo mediante ciencias formales. De hecho, la palabra «positivo» viene de esa certeza, de algo que se ha comprobado una, dos, tres veces, las necesarias, hasta obtener una certeza, valga la redundancia, de la que no se puede dudar en ningún caso (una certeza difícil de obtener en nuestra época postmodernista y dada a incertidumbres y nuevas teorías que modifican el saber conocido).

La sociología como método para la armonía social. Comte vivió en una época convulsa: los ecos de la Revolución Francesa aún sacudían París, donde nació, de vez en cuando, tanto en las asambleas del poder como en las calles, que a veces se llenaban de barricadas por réplicas de la revolución. En medio de tal conflicto, Comte creía que era necesario un conjunto de ideas que aunase a la sociedad, como las que habían existido en la época medieval impulsadas y mantenidas por la Iglesia Católica.

Comte explicaba en parte esa desazón por el hecho de que, en su época, existían aún personas en el estado teológico, creyentes fieles; otras en el estado metafísico, avanzando hacia el estado final pero aún no convencidas, sino con la intuición de que existía algo distinto, y otras pocas, una vanguardia, ya en el estado positivista. Comte creía que los científicos de su época deberían unirse para formar un corpus que entregar a la sociedad, como habían hecho los eclesiásticos anteriormente; viendo que los científicos no estaban por la labor, se propuso hacerlo él mismo y publicó, desde 1830 a 1842, los siete volúmenes de su Curso de filosofía positiva (precisamente en el 4º, en 1838, aparecía publicada por primera vez la palabra «sociología»).

La clasificación de las ciencias. Comte intentó una clasificación de las ciencias en función de su nivel de complejidad y dependencia. En la base estaban las matemáticas y, subiendo, astronomía, física, química, biología y sociología. En la cúspide estaba la sociología porque era la más compleja de todas y la que más dependía de las anteriores, mientras que las matemáticas no dependían de ninguna otra y, supongo, eran por lo tanto simples. La sociología era, por lo tanto, la «reina de las ciencias».

jerarquia

Fue la primera vez que alguien intentaba poner un poco de orden en las ciencias y sus muchas ramas y subramas, estableciendo una jerarquía que dejaba claro quién influenciaba a quién y por qué motivos.

Además, Comte estableció un esquema que especificaba las diferentes velocidades a las que cada ciencia pasaba por cada uno de los tres estados que explicábamos antes. Mientras más abajo estaba en la jerarquía una ciencia, antes alcanzaba el estado positivo; es decir, las matemáticas eran las más veloces, luego la astrología… hasta la sociología, la que más tiempo pasaba en el estado metafísico. De algún modo, Comte daba a entender que, en su época, tanto las matemáticas como la física como la química etc. ya estaba en un nivel muy científico, mientras que la sociología aún tenía que andar un buen trecho para ser una ciencia formal (aunque él no hubiese usado esas palabras).

velocidades

Un buen ejemplo: en la Alemania nazi se desarrollaron misiles capaces de alcanzar el centro de una ciudad sin problemas, porque las ciencias físicas llevaban tiempo en el estado positivo, mientas que, cuando se intentó que la ciencia económica explicase el por qué de la crisis que sacudía el país (o las ciencias sociales), la sociedad se conformó con una respuesta más propia de la edad media: la culpa es de los judíos, si nos libramos de ellos se acabará el problema; una superstición precientífica.

El pensamiento religioso como punto de partida. Al principio de su libro Curso de filosofía positiva, Comte plantea una especie de acertijo. Explica que, para desarrollar una buena teoría, es necesario observar los hechos desnudos; la ciencia se basa en el conocimiento positivo y comprobado, por lo que las descripciones de la realidad deben partir de miradas limpias, objetivas. (El principio inductivo, vaya). Sin embargo, Comte también dice que, cuando uno no dispone de una teoría desde la que observar el mundo, uno está ciego: no sabe a qué mirar, nada de lo que observa tiene sentido. Entonces, cómo proceder? Si la observación sin teoría es imposible, y si toda teoría debe proceder de la observación, cómo se escapa de dicha trampa? O, por decirlo en palabras de Comte, «entre la necesidad de observar los hechos para formular una teoría y la de tener una teoría para observar los hechos, la mente humana quedaría enredada en un círculo vicioso».

Por este motivo desarrolló Comte la idea del estado teológico del mundo: por la necesidad de unos primeros pasos necesarios para la humanidad para poder llegar al estado científico: la conjetura, la corazonada, incluso la revelación.

La religión de la humanidad de Comte. En su juventud, Comte estaba convencido de que el único camino de la humanidad pasaba por la llegada al estado positivo. A medida que se fue haciendo mayor, sin embargo, Comte fue echando de menos un aspecto religioso en la humanidad, una necesidad espiritual que la ciencia nunca podría llenar. Comte creía que era necesario algo similar a lo que la Iglesia Católica había supuesto durante la edad media; sin embargo, puesto que los tiempos ya eran otros, se necesitaba una nueva religión, adaptada a una época industrial y urbana.

Puesto que esa religión no existía, Comte tomó la que le pareció la decisión más correcta: crearla. La llamó la Iglesia de la Humanidad, con sus días de celebración y sus santos; pero éstos no eran santos cristianos, sino grandes hombres a hombros de los cuales la humanidad había avanzado: Galileo, Copérnico, Adam Smith, Goethe, David Hume, Mozart.

El profesor de la asignatura relaciona este hecho con la ausencia de compañeros de Comte: puesto que la sociología aún no había entrado en la universidad, Comte no tenía colegas, sólo discípulos que no le discutían sus ideas. En épocas más avanzadas, lo endeble del argumento de Comte se habría puesto de manifiesto al discutirlo con sus colegas, que lo hubiesen acabado disuadiendo de seguir por ese camino. Yo no estoy tan de acuerdo: la espiritualidad es necesaria, y más cuanto mayor se hace uno, y hay vacíos que la ciencia, si consigue llenar algún día, aún está a gran distancia de hacerlo.

Primer funcionalismo. Pero volvamos a la época principal de Comte, su Curso de filosofía positiva. Cuando jerarquizó las ciencias también estableció una especie de dicotomía: todas las ciencias empezaban de la parte hacia el todo. La física empieza por el átomo y a partir de ahí construye, las matemáticas empiezan por los naturales y a partir de ahí van elaborando. En cambio, la biología y la sociología, las dos últimas, no pueden proceder así: para entender una parte, deben comprender el todo. Para desentrañar cómo funciona un corazón hay que entender el funcionamiento del cuerpo entero, y luego ver qué función cumple el corazón en él; de forma similar, para comprender el papel de la iglesia en una sociedad es necesario conocer bastante bien esa sociedad para ver qué lugar ocupa en ella la iglesia.

En este sentido, Comte se establece como un precursor del funcionalismo, puesto que su objetivo es saber qué función realiza cada parte dentro del todo. De hecho, uno de los grandes admiradores de Comte fue Durkheim, que hasta insistió en que se construyese una estatua de él a las puertas de la Sorbona (que aún permanece). Durkheim fue, también, uno de los ideólogos más potentes tras la idea de funcionalismo que predominó durante gran parte del siglo XX.

final

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