El urbanismo como forma de vida, Louis Wirth

Leer la ciudad. Ensayos de Antropología Urbana es una recopilación de artículos sobre la materia seleccionados por Mercedes Fernández-Martorell, Doctora en Antropología Social y profesora de Antropología Urbana, y editados en 1988. Los siete artículos se dividen en tres grupos temáticos:

  • los dos primeros tratan sobre el urbanismo: «El urbanismo como forma de vida», de Louis Wirth, que reseñaremos a continuación, y «Génesis y evolución de una aldea urbana», de Jacques Barou, donde analiza la tipología de las residencias en un barrio pescador de Marsella y la importancia que dan a la figura del patio, que les permite un paso fluido de las zonas privadas a las zonas públicas, creando espacios semipúblicos-semiprivados donde se da la vida social, similares a los que propondrá luego Jan Gehl en su Ciudades para la gente;
  • los tres siguientes, sobre las categorías socioculturales en la ciudad: «Una noche en la Ópera», de Gary W. McDonogh, analiza la figura del Liceo de Barcelona como sede de la alta sociedad y su significación simbólica; «Modernidad y aculturaciones. En torno a los trabajadores emigrados», de Dominique Schnapper, estudia el papel de los emigrados en París y su adaptación al entorno, así como la emulación sociocultural que hacen de su país; «Precio del novio en la India urbana: clase, casta y «mal de la dote» entre los cristianos de Madrás», de Lionel Caplan, recorre el tema de la dote en la ciudad India y las conexiones sociales y familiares que crea;
  • finalmente, dos artículos que giran alrededor del análisis del medio urbano, el primero respecto a las redes, «Análisis de red», de Norman E. Whitten, Jr. y Alvin W. Wolfe, y «Aspectos organizativos y cognitivos del razonamiento del diagnóstico médico», Aaron V. Cicourel.

Seis de los siete artículos se centran en aspectos concretos que se dan en grupos diversos de la ciudad; algo a lo que no hemos prestado excesiva atención en el blog, motivo por el que no los reseñamos en profundidad. Sin embargo, su lectura suscita, una vez más, una pregunta que lleva tiempo persiguiéndonos: ¿qué es la antropología urbana? Disciplina pequeña nacida en los 60, en cuanto el término «urbano» se volvió omnipresente, como destacaba Josepa Cucó en la introducción de su Antropología Urbana, todo puede ser estudiado desde el prisma de esta disciplina. Por ahora nos parece que la mejor definición la ha dado Lluís Duch en su monumental Antropología de la ciudad: la antropología es el estudio de la cultura de las personas; por lo tanto, la antropología urbana es el estudio de la cultura urbana en la que habitan las personas que habitan lo urbano. Pero eso, en un mundo globalizado de ciudades, valga la redundancia, globales, donde los flujos del capital, del turismo o de las movilizaciones de personas no cesan, lo incluye prácticamente todo.

El objeto de estudio de estos artículos es más pequeño: trata de hallar lo general a partir de lo específico de los casos: la cultura de la que provienen los norteafricanos trasladados al barrio pescador de Marsella, reproducida en la tipología de casas que deciden / pueden habitar en su nuevo entorno. En esa mezcla se encuentran las dos culturas, la de origen y la de destino; y ese grupo social las engloba a las dos, en una mezcolanza propia que los describe y también les proporciona el marco cultural en el que se moverán. Eso es, innegablemente, antropología. Luego, los estudios sobre flujos, gentrificación, vacíos urbanos, smart cities, configuración del espacio, etc., a que prestamos tanta atención en el blog… ¿son también antropología urbana? ¿Nos estamos desviando? El inconveniente de ser nuevos en la temática es que no conocemos exactamente el camino a recorrer, si es que lo hay; la ventaja es que vagamos sin rumbo, prestando atención a lo que nos llama y atrae, sin pretensiones y disfrutando del camino. Gracias a ustedes por acompañarnos, y perdónennos la reflexión.

Sin más, pasamos al artículo de Wirth. «El urbanismo como forma de vida» («Urbanism as a Way of Life») publicado en 1938, es uno de los artículos más famosos de la sociología y antropología urbanas. En él, Wirth, estudioso de la Escuela de Chicago, que llevaba ya años en el departamento y había publicado, por ejemplo, The Guetto, trata de hallar una definición del urbanismo y de qué es una ciudad desde la sociología. «Una definición de la ciudad sociológicamente válida ha de diferenciar los elementos del urbanismo que la delimitan como forma de agrupación distintiva de la vida humana. Considerar urbana una comunidad basándose sólo en el número de habitantes es claramente arbitrario.» Recordemos que la población de Chicago había crecido de forma extraordinaria en muy poco tiempo y su ciudad se había dividido en zonas en función de diversos factores: la clase social, por supuesto, o la religión, pero sobre todo la procedencia de los muchos grupos de inmigrantes llegados. La Escuela de Chicago trató de analizar sus interacciones mediante la ecología humana, una disciplina que seguía en parte la teoría de la evolución y que veía a los distintos grupos como contendientes por el espacio en una pugna que los iba integrando a una especie de cultura mayoritaria (blanca y WASP, por supuesto, y de ahí saldrán luego las críticas a la Escuela de Chicago) mientras nuevos grupos entraban a la palestra.

Una definición sociológica debe ser evidentemente lo bastante amplia para incluir las características esenciales que tienen en común estos diferentes tipos de ciudades como entidades sociales, pero no puede ser, claro, tan detallada que incluya todas las variaciones correspondientes a las diversas clases de ciudades que hemos enumerado. Es de suponer que haya algunas características urbanas más significativas en el sentido de que condicionan más que otras el carácter de la vida urbana, y es de suponer que los rasgos sobresalientes del escenario social urbano varíen según el número de habitantes, la densidad y las diferencias en el tipo funcional de ciudades. Además, podemos suponer que la vida rural llevará el sello del urbanismo en la medida en que, por el contacto y la comunicación, caiga bajo la influencia de las ciudades.

Lo que lleva a la definición clásica que dio:

A efectos sociológicos puede definirse una ciudad como un asentamiento relativamente grande, denso y permanente, de individuos socialmente heterogéneos.

Wirth trata de avanzar hacia una teoría del urbanismo mediante esas tres variables: tamaño, densidad y heterogeneidad. El tamaño, donde cita tanto a Weber como a Simmel, implica que la ciudad es demasiado grande para conocer a todo el mundo, por lo que las relaciones se dan «en papeles sumamente segmentarios». «Es indudable que los contactos de la ciudad pueden ser directos, pero son sin embargo impersonales, superficiales, transitorios y segmentarios. La reserva, la indiferencia y esa expresión de estar de vuelta de todo que se manifiestan los urbanitas en sus relaciones pueden considerarse por tanto instrumentos para inmunizarse frente a las expectativas y pretensiones personales de otros.» Oímos ecos de Simmel en estas palabras, por supuesto, pero también de la anomia de Durkheim, como el propio Wirth cita: «En consecuencia, el individuo gana, por una parte, un cierto grado de emancipación o libertad respecto a los controles emotivos y personales de grupos íntimos, y pierde, por otra, la autoexpresión espontánea, la moralidad y el sentido de participación que aporta el vivir en una sociedad integrada».

La densidad lo lleva a hablar de la ecología urbana. «Estamos expuestos a tremendos contrastes de esplendor y miseria, de riqueza y pobreza, inteligencia e ignorancia, orden y caos. La rivalidad por el espacio es grande, y por ello cada área tiende en general a utilizarse para el fin que proporciona mayor beneficio económico. El lugar de trabajo tiende a disociarse del de residencia, pues la proximidad de establecimientos comerciales e industriales hace que un área deje de ser deseable, económica y socialmente para fines residenciales.»

La heterogeneidad sirve para explicar «el refinamiento y el cosmopolitismo del urbanita»; de igual modo que las fábricas producen en serie, las personas consumen en serie, se rigen por sus intereses económicos, más que sociales: «el nexo pecuniario que entraña el hecho de que se compren servicios y artículos ha ido desplazando las relaciones personales como base de asociación». «Para que el individuo participe de algún modo en la vida social, política y económica de la ciudad, ha de subordinar parte de su individualidad a las exigencias de la comunidad más amplia, y en esa medida sumergirse en los movimientos de masas.»

Basándose en estas tres variables, Wirth aborda el urbanismo desde tres puntos de vista interrelacionados:

  • como estructura física con una base de población, una tecnología y un orden ecológico; por ejemplo, la diversidad étnica en las ciudades de Estados Unidos, lo que lleva a que una característica esencial de los urbanitas es «la disimilitud respecto a sus conciudadanos» y a la organización de los diversos grupos;
  • como forma de organización social: pujanza de las relaciones secundarias frente a las primarias, debilitamiento de los lazos de parentesco… «Lo que los servicios comunales no le proporcionan el urbanita ha de comprarlo y no hay prácticamente una sola necesidad humana que no haya explotado el comercialismo. (…) El urbanita, al verse reducido a un estado de práctica impotencia como individuo, ha de procurar unirse con otros de intereses afines en grupos organizados para alcanzar sus objetivos.»
  • como una serie de actitudes e ideas, conductas y mecanismos de control social: el urbanita se expresa y desarrolla su personalidad mediante «grupos de afiliación voluntaria», aunque esto, que no dejan de ser lazos tenues, segmentados, llevan a que el «desequilibrio mental, las crisis, el suicidio… abunden más en la comunidad urbana que la rural». «Como los vínculos de parentesco concretos no son eficaces creamos grupos de parentesco ficticios. Como desparece la unidad territorial como base de solidaridad social creamos unidades de intereses. Y mientras la ciudad como comunidad se disuelve en una serie de relaciones segmentarias tenues superpuestas a una base territorial con centro definido pero sin periferia definida y una división del trabajo que trasciende ostensiblemente su emplazamiento concreto y alcanza un ámbito mundial.»

Acaba Wirth observando que «la dirección que sigan los cambios que se están produciendo en el urbanismo transformarán, para bien o para mal, no sólo la sociedad, sino el mundo.»