Copio aquí un artículo aparecido en technologyreview sobre China y el desarrollo de la tecnología para el control de los ciudadanos. Sólo un avance:
Algunos gobiernos locales han empezado a probar sus «puntuaciones» de crédito social, aunque no está claro si formarán parte del plan nacional. La ciudad norteña de Rongcheng, por ejemplo, puntúa a cada uno de sus 740.000 residentes, según informó Foreign Policy. Todos empiezan con 1.000 puntos. Si realizan una donación a una organización benéfica o ganan un premio del Gobierno, suman puntos. Pero si violan una ley de tráfico, como conducir bajo los efectos del alcohol o con exceso de velocidad, pierden puntos. Los residentes con buenas puntuaciones pueden obtener descuentos en los suministros de calefacción de invierno o conseguir hipotecas con mejores condiciones. Los ciudadanos con malas valoraciones podrían perder acceso a préstamos bancarios o a ascensos en puestos públicos. El Ayuntamiento exhibe carteles de modelos locales a seguir, personas que han mostrado su «virtud» y disponen de una alta puntuación.
Bien usada, una tecnología que podría revolucionar las ciudades, todo entorno urbano y, a la larga, la práctica totalidad de la población. No está siendo bien usado, parece.
Link a la original aquí.
La tecnogobernanza china: ¿quién necesita democracia si tiene datos?
Gracias a una combinación de vigilancia, inteligencia artificial y ‘big data’, China está silenciando cada vez más las voces críticas y dirigiendo el país mediante algoritmos opacos capaces sepultar a los ciudadanos en listas negras y campos de reeducación política y religiosa
En 1955, el escritor de ciencia ficción Isaac Asimov publicó un breve relato sobre un experimento de «democracia electrónica». Un ciudadano, seleccionado para representar a toda una población, respondía a las preguntas generadas por un ordenador llamado Multivac. La máquina procesaba sus respuestas para calcular los resultados de unas elecciones que nunca tendrían lugar. La ficticia historia de Asimov se desarrollaba en EE. UU., y ahora, China está haciendo realidad una iniciativa bastante parecida a la de Multivac.
Cualquier régimen autoritario sufre «un problema básico de averiguar qué está pasando en los niveles inferiores y en la sociedad», explica la politóloga y experta en China de la Universidad de Villanova en Filadelfia (EE. UU.) Deborah Seligsohn. Si no se permite el debate público, el activismo civil y la opinión electoral, ¿cómo se puede gobernar con eficacia un país que alberga a una de cada cinco personas del planeta y cuya economía y sociedad son cada vez más complejas? ¿Cómo se puede reunir suficiente información para tomar decisiones? ¿Y cómo un Gobierno que no invita a sus ciudadanos a participar consigue seguir generando confianza y controlando el comportamiento público sin poner a un policía delante de cada hogar? Sigue leyendo «La tecnogobernanza china»