Shanghai New Tons. Searching for community and identity in a sprawling metropolis es una serie de artículos, editados por Harry den Hartog, alrededor de una iniciativa creada para la ciudad de Shangai. Dicha iniciativa, llamada One City, Nine Towns, quería crear nueve ciudades alrededor de la capital china con diversos motivos europeos, con la intención de hacerlas más atractivas a los ciudadanos de Shangai para que decidiesen ir a vivir allí. Con el paso del tiempo, sin embargo, la mayoría de ellas se han convertido en ciudades fantasma o pobladas por personas forzadas a trasladarse, con muchas de las casas vacías o adquiridas por personas o fondos de inversión ricos con la idea de especular con ellas en el futuro.
El proyecto, empezado en 1999, fue abandonado en 2005 (los planes en China se llevan a cabo de forma quinquenal). La idea era atraer tanto al público extranjero (con ciudades similares a las que conocían) como a chinos de clase media-alta en busca de nuevas zonas donde vivir. Las ciudades son amplias, con grandes avenidas y muchos parques. También fueron diseñadas con la idea de buscar formas alternativas ante la monotonía que impera en las megápolis chinas, tan enormes y de un crecimiento tan desaforado que cualquier intento de urbanismo alternativo queda fuera de las posibilidades.
Shangai es una ciudad enorme donde los precios de las viviendas no dejan de subir pero que al mismo tiempo no deja de recibir inmigración, a menudo del campo y por lo tanto bastante pobre. Conviven clases tan dispares que es habitual la creación de muros o vallas para separar unos espacios de otros. Por ello, el desarrollo de la iniciativa parecía, a priori, una buena idea. Se encargó a arquitectos de renombre europeos que llevasen a cabo los proyectos, pero, en la mayoría de los casos, y debido a diferencias culturales y de ejecución, por ejemplo en los tiempos de unos y de otros, la colaboración no llegó a buen puerto o se limitó a una fina capa superficial que cubre los nuevos pueblos de estética europea, pero se queda en mero simulacro. En parques temáticos, de hecho. La más conocida de las ciudades, Thames Town, que imita la estética británica, es un lugar de peregrinaje de parejas de recién casados en busca de fotos perfectas para el día de su boda.
Especialmente interesante nos parece el artículo New Town Models, de Laurence Liauw Wie Wu, donde compara el desarrollo urbanístico de Hong Kong con el de Shangai. Hong Kong primó la mezcla de distintos niveles de vida en las mismas zonas, por lo que, al crecer, se ha convertido en una mezcolanza donde el urbanismo no es bello ni heterogéneo, pero la población sí lo es. Shangai, en cambio, optó por la separación de clases.
While Hong Kong has encouraged mixed-income housing, Shanghai’s new towns are almost exclusively aimed at hingh-income residents. Hong Kong has rebuilt the high-density city in a rural territory connected by rail, while Shanghai is building luxury suburbs connectec by highway.
[…] Conventional urbanism would argue that mixed-density and diversity is a good thing for cities, and that high-density generic environments are socially and economically undesirable. But Hong Kong has proved otherwise with its sustainable compact city model of undifferentiated urban types occupying less than 30 percent of land cover.
El autor acaba denominando a las ciudades europeizadas de Shangai como «variaciones de un parque temático», en referencia al libro de Michael Sorkin.
El siguiente artículo, Tracing the Politics of Space in One City and Nine Towns, de Martin Nieuwenhuis, traza una historia del urbanismo en China desde principios de su historia hasta la actualidad, con especial atención a la unidad de trabajo, o danwei, que se desarrolló durante la época comunista. El danwei consistía en grupos de trabajadores que también cohabitaban y, en general, llevaban a cabo su vida en forma de comunidad, atendiéndose los unos a los otros (para lo bueno, tender lazos entre ellos, y para lo malo, denunciar al partido toda actividad sospechosa o irregular). El tema del danwei lo vuelve a tratar Mari Fujita en The Reimagination of the Chinese City, explicando que sus orígenes se sitúan en la unidad de trabajo americana de los años 40 del siglo pasado, aunque pronto adoptó la idea del «superbloque» soviético hasta llegar a la forma definitiva alrededor de 1960, cuando incluía el lugar de trabajo, de residencia y los servicios sociales así como los registros de cada trabajador que formaba parte de él. Destaca Fujita que, cuando un nuevo danwei era construido, lo primero que se edificaba eran los muros. Cada danwei formaba una unidad en sí mismo, y a menudo los miembros de cada uno sólo se relacionaban entre ellos.
En el artículo final, Harry den Hartog recoge el concepto de superbloque para explicar que las ciudades chinas se están construyendo siguiendo dicho patrón, es decir, como contenedores prácticamente autónomos, cuando no independientes, situados unos junto a otros y conectados mediante carreteras o autopistas. En un país en el que la mayoría de la población aún no tiene coche, si acaso sólo moto. Por ello, la interacción de las personas se limita en la vía pública a los centros comerciales o las zonas próximas al hogar que conforman también ese nuevo danwei.
Las nuevas ciudades y pueblos que se erigen en China lo hacen con la intención de absorber trabajadores migrados del campo. A menudo, han perdido sus raíces al desplazarse; y las zonas que se están creando no favorecen la integración. Tampoco los centros, entregados a la gentrificación más desaforada.
As a result of the hukou system [que podríamos traducir como el sistema de pasaportes que sólo permite desplazarse legalmente a unos pocos, convirtiendo a los otros en indocumentados] and an increasing link between one’s income level and the xiaoqu [literalmente: distrito pequeño, en la práctica interpretado como la zona donde uni vive y trabaja] to which one belongs, spatial and social segregation are on the rise, and the fact that urbanization has come to be regarded as a form of «civilization» reinfores the distinction between «urban» and «rural» even further.
A la nueva clase rica, además, le gusta la ostentación, dejar claro que tienen ese dinero y han conseguido dicho ascenso social. Todo ello conduce a ciudades enormemente segregadas.
Den Hartog interpreta, en este contexto, que las Nine Cities del proyecto original pueden entenderse como una semilla para formas alternativas del crecimiento. Incluso, siguiendo las doctrinas de Rem Koolhas, del que el autor no parece estar en desacuerdo: «el urbanismo postmoderno genérico parece un set de rodaje reemplazable», las nuevas ciudades tienen valor, pues consiguen, por ejemplo, que los novios se desplacen a ellas y las traten como a un estudio fotográfico, por lo que al menos generan dinero.
No compartimos la misma opinión en el blog. Y parece que numerosos artículos que retratan las ciudades fantasmas europeas que rodean Shangai comparten nuestro punto de vista. I, II, III, IV.