Segunda parte de este fascinante curso sobre el Imperio Asirio, impartido por Karen Radner. En este tema, nos centramos en la figura del rey.
Tema clave: el Dios y su dirigente. Cuando se fundó, la ciudad de Asur tenía el mismo nombre que su Dios, Aššur, situado en una montaña junto a la ciudad, donde también se alzó el templo. No es casualidad que ambos compartan el nombre: la ciudad se veía como una manifestación del Dios, como otra dimensión del mismo. El dirigente, que no se llamó rey hasta tarde, era su representante en la tierra, y tenía la misión de proteger, guiar, ordenar a las personas de la ciudad, con distintos nombres que enfatizaban distintos aspectos de su misión. A diferencia de los faraones, a los que se consideraba dioses en la Tierra, el dirigente de Asur no era divino, sino escogido por la divinidad (algo similar al Papa en la actualidad). La ciudad tenía una asamblea, formada por los líderes de los clanes principales, que es quien gobernaba, mientras que el monarca tenía un papel de líder, más ceremonial y representativo.
En el siglo XIV a. C., esta situación cambió, al pasar Asur de una ciudad-estado a una ciudad en expansión al añadir conquistas territoriales tras diversas guerras. Aššur-ubalit fue el primero en proclamarse rey, y en dotar a su figura de mucho más poder que los anteriores dirigentes. Al aspecto ceremonial, de guía espiritual y religioso, se le añadió el de líder militar; cada victoria en el campo de batalla se veía como una demostración de que el monarca gozaba del favor divino. La monarquía parlamentaria de la ciudad-estado de Asur se convirtió en una monarquía absolutista del reino de Asiria. Sigue leyendo «TAW (II): Meet the CEO: The Assyrian King»