Los grandes fenómenos históricos dejan siempre su huella sobre el territorio. Nuestras ciudades llevan todavía la impronta de la voluntad de monarcas absolutos, Austrias y Borbones, de expresar su poder a través del arredo urbano. Los ensanches decimonónicos nos transmiten las aspiraciones, la capacidad y las limitaciones de la burguesía ascendente. La primera industrialización nos ha legado los paisajes de las colonias y las fábricas de río, sucediéndose como un rosario a lo largo de los cursos fluviales. Del crecimiento acelerado de la segunda mitad del franquismo hemos heredado, entre otras muchas cosas, las periferias urbanas de vivienda de masa y los barrios nacidos de procesos de urbanización marginal. Asimismo, el éxodo rural de aquellos años supuso el abandono de miles de hectáreas de cultivos –campos, terrazas, bancales– que, desde entonces, han sido reclamados por el bosque y el matorral.
Cada sociedad refleja en el paisaje sus capacidades, sus sueños y sus limitaciones. Capacidades, sueños y limitaciones que hoy no dependen ya sólo de su organización y su potencial endógeno, sino también del lugar que ocupa ante los flujos mundiales de capital, mercancías, información y personas. (p. 23)
Ruinas modernas. Una topografía de lucro (Àmbit Servicios Editoriales, 2012) es un libro pequeño y hermoso con fotografías tomadas por la arquitecta Julia Schulz-Dornburg de un momento muy concreto de la historia urbanística de España: el del «pelotazo» o «boom inmobiliario» que se dio, aproximadamente, entre los años 1995 y 2007. Durante esa época se construyó más en el país que en Francia, Alemania y Reino Unido juntos.

En ese boom influyeron multitud de factores: algunos internos, como la voluntad (¿necesidad?) de los Ayuntamientos locales de financiarse ante ciertos recortes de impuestos, las sucesivas leyes del suelo, que facilitaron las recalificaciones, la voracidad de ediles, promotores y constructores por ganar un suelo fácil; y otros externos o internacionales, como la presión constante para dejar de lado las viviendas de alquiler y pasar a las viviendas en propiedad, avaladas por un alud de crédito fácil que hacía que cualquiera se lanzase a solicitar hipotecas y obtenerlas sin muchos problemas, haciendo la burbuja cada vez mayor. Todos sabemos cómo acabó esa situación (el libro Tocar fondo. La mano invisible detrás de la subida del alquiler, de Manuel Gabarre, lo resume de forma espléndida) y lo poco que, década y media después, ha cambiado el panorama en la vivienda, con precios que siguen al alza y convertida ya, plenamente, en un bien de mercado.

La bondad del libro de Schulz-Dornburg es mostrar este panorama en toda su crudeza: mediante fotos de los vacíos urbanos que sólo llegaron a empezarse y ahora se yerguen como ruinas inconexas: carreteras que no llevan a ningún lugar, viviendas unifamiliares sin acceso o a medio construir, un terraplén aplanado a la espera de un campo de golf.

Las fotografías se acompañan de textos de la autora y de otros cinco nombres: Francesc Muñoz hace la presentación general del libro (del que leímos la muy admirada Urbanalización) y Rafael Argullol, Pedro Azara (La ciudad que nunca existió), Oriol Nel·lo y Jordi Puntí se ocupan de la presentación de cada una de sus partes, cada cual desde su perspectiva concreta.

El texto que citamos al principio de la entrada corresponde a Oriol Nel·lo, quien también habla de tres sentimientos que aparecen ante la contemplación de estas ruinas: la indignación, claro, por los desmanes cometidos, tanto económicos, políticos, ecológicos, urbanísticos; luego la preocupación por el peso y la carga que supondrán esas construcciones, tanto las terminadas como las que se quedaron a medias; y, finalmente, también la fascinación, porque, «más allá de la denuncia y de la reflexión disciplinar», «forman un friso que induce a pensar en la fragilidad de los proyectos humanos, la futilidad de los esfuerzos ante la naturaleza, la transitoriedad de los objetos.» (p. 29)
Pueden consultar el libro entero en la web de la autora.