Seguimos con la reseña de Espacios del capital. Hacia una geografía crítica, del geógrafo David Harvey. Venimos de tres entradas anteriores (la neutralidad de la ciencia y la teoría marxista de los recursos y la población en la primera, sociología urbana burguesa vs. sociología marxista en la segunda y la evolución del capitalismo fordista a «la acumulación flexible» en la tercera). En esta cuarta nos centraremos en un aspecto al que Harvey dedica dos artículos: el topos en el que se sitúa la militancia.
«Particularismo militante y ambición planetaria: la política conceptual del lugar, el espacio y el entorno en la obra de Raymond Williams» es el título del noveno artículo del libro. No entraremos en el análisis de la obra de Raymond Williams como novelista, sino en la reflexión por la cual Harvey acude a dicho autor. A finales de 1993, el geógrafo fue coautor de un libro (The Factory and the City. The Story of the Cowley Auto Workers in Oxford) junto a Teresa Hayter que giraba alrededor del cierre de una empresa de automóviles situada en Oxford. El libro incluía gran cantidad de puntos de vista sobre el tema: de los obreros de la fábrica y su reivindicación laboral por mantener sus puestos de trabajo, sí, pero también sobre la deslocalización industrial, los cambios en la economía, etc. Llegado el momento de escribir las conclusiones, Harvey y Hayter discutieron: el primero quería hacer una reflexión genérica sobre la situación de los obreros y la segunda, posicionarse claramente a favor de los trabajadores de la fábrica y ayudarlos en su reivindicación.
Llegados a este punto, Hayter le preguntó a Harvey que dónde quedaban sus lealtades, y esa reflexión es la que lleva al geógrafo al artículo. Claro que quería ayudar a mantener los puestos de trabajo de la fábrica, pero también reflexionaba que se trataba de una empresa ecológicamente perniciosa, que estaba produciendo coches de gama alta «para los ultrarricos» que los iban a usar en ciudades y contaminar más aún; y asimismo, el hecho de que la empresa había perdido un tercio de su valor bursátil, con lo cual Harvey no quería justificar la decisión de la deslocalización, pero entendía su justificación empresarial.
La opinión de que lo que está bien y es bueno para los sindicalistas militantes de la fábrica Cowley está bien y es bueno para la ciudad y, por extensión, para la sociedad en general es demasiado simplista. Es necesario desplegar otros niveles y tipos de abstracción si queremos que el socialismo rompa sus vínculos locales y se convierta en alternativa viable al capitalismo como modo de funcionamiento de las relaciones de producción y de las relaciones sociales. Pero hay algo igualmente problemático en la imposición de una política guiada por la abstracción a personas que durante muchos años han dado su vida y su trabajo de una manera particular y en un lugar determinado. (p. 179)
«Una y otra vez brota en las novelas de Williams la misma dualidad. La batalla entre diferentes niveles de abstracción, entre particularidades de lugares específicamente interpretadas y las abstracciones necesarias para llevar esas interpretaciones a un ámbito mayor, la lucha por transformar el particularismo militante en algo más sustancial en la escena mundial del capitalismo» (p. 191)
No es sencillo trasladar «las lealtades contraídas a una escala» a «las lealtades necesarias para convertir al socialismo en un movimiento viable en otra parte o en general»; de hecho, la tesis de Harvey es que «en el acto de traslación se pierde necesariamente algo importante, dejando atrás un residuo amargo de tensión siempre irresuelta.» Es una batalla que el capitalismo tiene resuelta puesto que «no sólo ha conseguido sortear sino a menudo manipular activamente tales dilemas de escala en sus formas de lucha de clases» y a generar «un desarrollo sectorial y geográfico desigual para provocar una competitividad divisiva entre lugares definidos a diferentes escalas».
Sobre este mismo tema reflexiona en el siguiente artículo: «Ciudad y justicia: los movimientos sociales en la ciudad«. Empieza con una reflexión que encontramos hace nada en Castells (Redes de indignación y esperanza): el paso de algo particular e individual a algo colectivo, que sintamos como propio. «Supongo que hay una corriente de fermento de base presente en todos los lugares y localidades, aunque sus intereses, objetivos y formas organizativas son normalmente fragmentarios, múltiples y de intensidad variada. La única pregunta interesante bajo esta formulación es cómo y cuándo se vuelven dichos particularismos suficientemente coherentes internamente, y en última medida integrados o metamorfoseados en una política más amplia». Harvey también alerta de que «la comunidad «en sí misma» tiene significado como parte de una política más amplia, la comunidad «para sí misma» degenera casi invariablemente en exclusiones y fragmentaciones regresivas». Uno de los modos de evitar el estancamiento: integrarse en procesos más amplios de cambio social. «El particularismo militante y las solidaridades locales deben entenderse, por lo tanto, como mediadores cruciales entre cada persona y una política más general.»
Precisamente de ese modo, como capas mediadores, es como se entiende en general el gobierno de una situación concreta. Existe una gran cantidad de instituciones (especialmente en las áreas metropolitanas) que participan activamente en el gobierno, desde institutos, comisiones, departamentos y ONGs hasta individuos con intereses particulares y más o menos grado de poder. A menudo, rivalizan usando las técnicas de competencia capitalistas. De aquí, Harvey extrae dos conclusiones. La primera, que el contexto en el que estudiar los movimientos sociales es extremadamente complejo y requiere un análisis de las instituciones que participan en las distintas escalas. La segunda, que dado que «todos los principios universales se filtran por estas múltiples escalas y capas de discursos institucionalizados», la dialéctica de la universalidad o particularidad puede fácilmente quedar distorsionada o incluso volverse opaca.
«Identidades cartográficas: los conocimientos geográficos bajo la globalización» reflexiona sobre los distintos modos en que una misma información geográfica puede presentarse. Nos quedamos con un párrafo que resume perfectamente el tema de fondo: «Cuando, por ejemplo, Greenpeace ataca los proyectos de empresas multinacionales o del Banco Mundial, lo hace a menudo proporcionando descripciones geográficas totalmente distintas (resaltando las comunidades bióticas, las historias y las herencias culturales, los modos de vida específicos) a las especificaciones establecidas, pongamos, en los informes del Banco Mundial o de las empresas.» Es la misma distinción entre un panfleto turístico del «último enclavo virgen» que visitar o un mapa de la próxima explotación turística sobre el que reflexionaba también Jodidos turistas.
En la próxima entrada pasaremos a la segunda parte del libro: la producción capitalista del espacio.
3 comentarios sobre “Espacios del capital (IV): de lo particular a lo global”