Psicopolítica, Byung-Chul Han

Del filósofo coreano afincado en Alemania Byung-Chul Han ya leímos La sociedad de la transparencia, donde denunciaba, entre otros, la aparición de la postpolítica (la política sin rumbo, por ejemplo el partido pirata alemán que sólo exigía transparencia de los gobernantes y no una ideología del mejor camino a tomar para la sociedad) y la pornografía de las emociones en las redes, que no se expresan, se consumen, así como la generación de ciudadanos que habitan espacios seguros y por lo tanto viven atemorizados la presencia o aparición del otro.

Psicopolítica, del año 2014, analiza la evolución de la política desde algo ajeno al individuo a algo que forma parte de él, la enésima transformación del capitalismo que transforma a las personas.

Hoy creemos que no somos un sujeto sometido, sino un proyecto libre que constantemente se replantea y se reinventa. Este tránsito del sujeto al proyecto va acompañado de la sensación de libertad. Pues bien, el propio proyecto se muestra como una figura de coacción, incluso como una forma eficiente de subjetivación y de sometimiento. El yo como proyecto, que cree haberse liberado de las coacciones externas y de las coerciones ajenas, se somete a coacciones internas y a coerciones propias en forma de una coacción al rendimiento y la optimización. (p. 11)

Hemos pasado de una explotación ajena, donde el patrón, el jefe, el director, nos exigía qué hacer durante una determinada cantidad de tiempo, a una explotación propia, de uno mismo, que se siente obligado a ser eficiente, a trabajar todo el día, a dar más, aprovechar el tiempo, a justificar incluso sus ratos de ocio. «El sujeto del rendimiento, que se pretende libre, es en realidad un esclavo. Es un esclavo absoluto, en la medida en que sin amo alguno se explota a sí mismo de forma voluntaria.»

«El sujeto neoliberal como empresario de sí mismo no es capaz de establecer con los otros relaciones que sean libres de cualquier finalidad.» De este modo, el capitalismo penetra en las relaciones personales, en la elección de amigos, intereses, afinidades. Las personas se erigen, entonces, como extensiones del capitalismo, del libre mercado, «el individuo libre es degradado a órgano sexual del capitalismo», pues reproduce las relaciones de la ideología en las suyas propias.

El neoliberalismo, como una forma de mutación del capitalismo, convierte al trabajador en empresario. El neoliberalismo, y no la revolución comunista, elimina la clase trabajadora sometida a la explotación ajena. Hoy cada uno es un trabajador que se explota a sí mismo en su propia empresa. Cada uno es amo y esclavo en una persona. También la lucha de clases se transforma en una lucha consigo mismo. (p. 17)

«Quien fracasa en la sociedad neoliberal del rendimiento se hace a sí mismo responsable y se avergüenza, en lugar de poner en duda a la sociedad o al sistema.»

Además, y enlazando aquí con las tesis de La sociedad de la transparencia, esta búsqueda perpetua de la eficiencia y la autoexplotación llevan a que la libertad y la comunicación se conviertan en control y vigilancia. «A los reclusos del panóptico benthamiano se los aislaba con fines disciplinarios y no se les permitía hablar entre ellos. Los residentes del panóptico digital, por el contrario, se comunican intensamente y se desnudan por su propia voluntad.»

En este estado de cosas, la extrañeza, la otredad, son elementos que deben ser desgajados para no chirriar en el engranaje; como decía Bauman, las dos estrategias son la émica y la fágica: o vomitar (expulsar) o digerir, limar las asperezas, convertir algo ajeno en algo comunicable: gentrificar. Pasar de un barrio obrero degradado a uno con carácter, con encanto, con tiendas y dedicado al consumo pero también con su propia idiosincrasia, restos digeridos de lo que fue en su origen.

Y, puesto que el ciudadano ya es empresa, y por tanto consumidor, su relación con la política es la misma: le exige proveer un mensaje perpetuo, que ni siquiera debe ser verdaderamente realizado; como consumidor es un espectador pasivo. «La participación tiene lugar en la forma de reclamación y queja.» Por todo ello, Han habla de psicopolítica digital.

El régimen disciplinario, según Deleuze, se organiza como un «cuerpo». Es un régimen biopolítico. El régimen neoliberal, por el contrario, se comporta como el «alma». De ahí que la psicopolítica sea su forma de gobierno. Ella «instituye entre los individuos una rivalidad interminable a modo de sana competición, como una motivación excelente». La motivación, el proyecto, la competencia, la optimización y la iniciativa son inherentes a la técnica de dominación psicopolítica del régimen neoliberal.

El siguiente capítulo reflexiona sobre la actual manifestación del poder: allí donde no es tematizado. No es un poder abrumador, exigente, controlador: es un poder en forma permisiva que promete libertad, elección; que precisamente la explota. Libertad para viajar, para manifestar la personalidad entre distintas elecciones similar; hoy todo el mundo es friki de algo.

Se ha pasado del pecado a los pensamientos negativos: vivimos en la sociedad del perpetuo optimismo, del todo irá bien, del uno es capaz de todo; el que no lo consigue, como ya se ha dicho, se culpabiliza en vez de culpabilizar a la estructura. En las redes sociales existen los me gusta, los corazones, las opciones positivas; no hay un «no me gusta» pero sí la opción de bloquear, de dejar de oír al otro, al que opina distinto, al que cuestiona nuestra forma de ser o pensar.

Se ha pasado del poder soberano de Foucault, el poder de la espada que amenaza con la muerte, al poder disciplinario, que es el que impone una determinada forma de vida.

El poder disciplinario descubre a la «población» como una masa de producción y reproducción que ha de administrar meticulosamente. De ella se ocupa la biopolítica. La reproducción, las tasas de natalidad y mortalidad, el nivel de salud, la esperanza de vida se convierten en objeto de controles reguladores. Foucalt habla expresamente de «la biopolítica de la población». La biopolítica es la forma de gobierno de la sociedad disciplinaria. Pero es totalmente inadecuada para el régimen neoliberal que explota principalmente la psique. (…) No explora la psique. En eso reside la diferencia entre la estadística y el Big Data. A partir del Big Data es posible construir no sólo el psicograma individual, sino también el psicograma colectivo, quizás incluso el psicograma de lo inconsciente. (p. 38)

Definición gráfica de panóptico según Google. Y ya saben que Google no se equivoca.

En una cárcel estaríamos alerta, tratando de escamotear información a nuestros vigilantes, escondiendo los planes para escapar; al smartphone, que es el ojo del Big Data, le explicamos nuestro día a día, situación y anhelos. «El Gran Hermano tiene un aspecto amable. La eficacia de su vigilancia residen en su amabilidad.» No sólo no lo evitamos, sino que lo recibimos con los brazos abiertos, como a los anuncios de Amazon: en vez de alarmarnos por su intromisión, por su capacidad para conocer y rastrear nuestros gustos, los bendecimos como nuevos productos que consumir, con los que establecer, entre tanta elección, aún más identidad.

El sentimiento permite una narración. Tiene una longitud y una anchura narrativa. Ni el afecto ni la emoción son narrables. (p. 66)

Es por ello que la expresión del capitalismo es la emoción: inmediata, irracional, espontánea, no meditada. Es emoción dar un like, bloquear a alguien, comprar en internet. La comunicación digital se basa en la emoción, más rápida que la racionalidad del sentimiento. «En última instancia hoy no consumimos cosas, sino emociones.» Los viajes son descubrimientos, los hoteles y spas, desconexiones; cada lugar es una experiencia única, cada suceso, histórico. Se rompe la continuidad, la posibilidad de narración; ante tanta efervescencia, se quiebra el discurso y sólo queda la pura emoción, la respuesta más inmediata y visceral. Proliferan los coaches, surge el management emocional: como si el objetivo fuese convertir todas las emociones en algo eficiente, óptimo, encaminado al perfecto trabajador automotivado.

De ahí la ludificación del mundo. «El capitalismo de la emoción se apropia del juego, que propiamente debería ser lo otro del trabajo.» La ludificación conlleva gratificación inmediata: el me gusta, otro seguidor, más comentarios, más relevancia en la red. De nuevo, lo que no gratifica, se elimina, perdiendo la costumbre al otro, a la asimilación, a la comprensión no ya de la diferencia, sino de la existencia de la diferencia.

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