El 27 de octubre de 2005 estallaron unos disturbios en los banlieue, primero de París, luego de otras ciudades francesas, que consistieron en la quema de coches en las calles y en enfrentamientos entre la policía y los jóvenes de esos barrios, la mayoría de origen inmigrante. Las declaraciones de los políticos, tildando a esos jóvenes de “delincuentes” o “escoria”, no sólo no ayudaron a amansar los ánimos sino que mostraron el poco entendimiento de la situación que tenían. Con motivo de aportar algo de luz al asunto, el sociólogo Marc Hatzfeld publicó en 2007 La cultura de los suburbios, un breve estudio donde se adentraba en los barrios periféricos, sobre todo, de París, con el objetivo de estudiar la cultura en la que viven sus habitantes.
El estudio sigue los pasos de la metodología de la Escuela de Chicago: la percepción de que existe un lugar, los banlieue, donde la visión del mundo de sus habitantes es concreta y sigue unas directrices alejadas de la normalidad de los otros barrios de la ciudad. A diferencia de la Escuela de Chicago, sin embargo, Hatzfeld es consciente de dos hechos:
- por un lado, las estrechas relaciones entre la cultura dominante y la cultura de los suburbios; la Escuela de Chicago comprendía cada barrio como una entidad independiente en sí misma que tarde o temprano se asimilaría a la cultura dominante, dejando paso a otras nuevas culturas recién llegadas que también, con el tiempo, se unirían a la americana, en un ciclo continuo, un crisol de culturas asimiladas similar al proceso evolutivo ecológico;
- por el otro, la importancia del otro en la sociedad francesa, europea, occidental; la cultura de los suburbios se sabe cultura alternativa, marginada, ajena a la cultura dominante; se sabe excluida, y gran parte de su desarrollo se debe a ese hecho.
Gran parte del problema que llevó a los disturbios se debe a la propia creación de los banlieue franceses: como ya hablamos en su momento, la aparición del urbanismo, pasando por Le Corbusier, La Carta de Atenas y el racionalismo arquitectónico, encuentra en Europa una fórmula maestra para acomodar a los obreros de baja cualificación: grandes bloques de viviendas en las afueras de las ciudades. Los de clase media pueden permitirse o bien vivir en barrios más cercanos o en casas unifamiliares en las afueras, porque pueden permitirse el viaje en coche o en transporte público; las clases bajas, sin embargo, son exiliadas al extrarradio. Con la llegada de la inmigración en la segunda mitad del siglo XX, son estos quienes se convierten en la clase baja y los que acaban ocupando los banlieue; alejados de la capital por unos medios de transporte que a menudo les son infranqueables, incapaces de acceder a los lugares donde podrían obtener trabajo, limitados a unas escuelas donde se les da una formación que no los prepara para el que será su día a día en el futuro, su frustración crece. Este contexto es importante: no muy alejado, por ejemplo, del movimiento Black Lives Matter que se está dando actualmente en Estados Unidos y que también tiene sus raíces en la forma en que se ha forzado a vivir a las clases bajas, que tradicionalmente en el país americano han sido los negros.
A partir de ahí, el estudio de Hatzfeld llueve sobre mojado, lo que en inglés llamarían preaching to the choir: trata de convencer a los que ya están convencido, a los que son conscientes de la riqueza de esa cultura. Y la forma es mediante estudios sobre los hechos sociales y culturales de los barrios periféricos que van desde lo muy interesante hasta lo meramente anecdótico. Entre lo muy interesante, por ejemplo, destacamos:
- las relaciones generacionales entre padres e hijos: a menudo los padres, incluso los abuelos, han formado parte del sistema, han prosperado en él, han conseguido casa, mantener a sus hijos, un algo de desarrollo; o no, han perdido ese trabajo, han sido maltratados, despedidos, lo que sea; pero en ambos casos tienen una fe en el sistema, en las posibilidades que éste ofrece, que los hijos no contemplan; ahí se desata una lucha generacional entre los que tienen fe y proponen seguir luchando y los jóvenes que ya han perdido toda esperanza y a los que no les queda más que la transgresión, la rabia, una lucha sin objetivos;
- las redes de redistribución de la riqueza, basadas en la caridad y las ayudas sociales, de las que viven muchas familias y que sólo consigue perpetuar el problema de que los habitantes de los suburbios se vean como el otro, como alguien que depende del resto de la sociedad;
- el papel de las redes de mujeres como mediadoras entre los barrios centrales y los periféricos.
“Las mujeres, a menudo menos reclamadas que los hombres por los apremios del trabajo, traban amistades y crean relaciones de aprecio recíproco que trascienden a las categorías y las culturas. Son menos sensibles que los hombres a las pertenencias, a los orígenes y a las fronteras levantadas sobre las bases de símbolos y principios. Tienen en común la responsabilidad de la formación de los niños y, pragmáticas, se encuentran delante del colegio para hablar de so, o para contarse sus preocupaciones cotidianas. Crean, de este modo, unas redes de conocimiento mutuo y las activan para transmitir informaciones o para facilitar la comprensión, ya sea entre familias, ya sea entre las instituciones y familias. (p. 85)”
- las redes de cortesía y urbanidad, más visibles en los barrios de los suburbios, donde existe más sensación de pertenencia, de que todos forman parte de algo común, sensación en general bastante desaparecida en la mayoría de los barrios centrales de la ciudad; mayor importancia de la comunidad frente a la sociedad, en el binomio tradicional de Tönnies.
En cambio, algunas otras de las observaciones de Hatzfeld son o anecdóticas o interesadas:
- anecdóticas como la recurrencia a la vanne o la joute, que no son más que chascarrillos que se sueltan en entornos urbanos al paso de personas más o menos conocidas y que provoca un corrillo de risas soterradas, o las reuniones para bailar o dedicarse a cantar o rapear, como por ejemplo los grupos de cantantes de trap que se están generalizando en algunas ciudades españolas hoy en día y que no dejan de ser manifestaciones urbanas de aspectos culturales del momento;
- o interesadas, como la distinción entre “los apacibles burgueses, capaces de hundir profundas raíces genealógicas rectilíneas en la blanda tierra de unas historias sin historia” y los pobres desclasados que deben huir, adaptarse “a las manos de nuevos amos de la tierra” hasta sugerir la aparición de dos clases totalmente opuestas, el malvado burgués sin problemas en la vida y el pobre inmigrante que lleva generaciones sobreviviendo y cuya cultura y conocimientos, ¡ay!, la clase dominante no puede apreciar. Flaco favor le hace Hatzfeld a su estudio cuando cae en esas apreciaciones.
Por lo demás, sin embargo, el libro acaba con una reflexión a reconocer la importancia de las culturas de los suburbios como algo subversivo, como una cultura opuesta a la dominante, a la general: los excluidos se saben excluidos, objeto de racismo, de prejucios, de dificultades por ser quienes son y venir de donde vienen; y por ello la cultura que generan y en la que habitan es una de transgresión, de burla, opuesta a la oficial; Lipovetsky destacaba que la cultura del humor en la Edad Media era de burla hacia los poderes, sátira hacia aquellos que dominaban el devenir del pueblo; algo similar sucede en estas culturas, que nos permiten contemplar, desde la otredad, otra perspectiva de las culturas dominantes en que habitamos la mayoría.
Finalmente, Hatzfeld lanza una invitación a dejar de contemplar estas culturas como algo ajeno que hay que integrar, que disolver en el crisol de la normalidad, para verlas como una oportunidad de ampliación de aperturas, de cambio, creatividad; y para ello la solución pasa por dejar de repartir ayudas en forma de caridad y empezar a invertir en ellos, en sus creaciones, sus decisiones, para que hagan con sus vidas lo que quieran y puedan; más o menos como hacemos todos.
[La cultura de los suburbios. Una energía positiva, de Marc Hatzfeld, 2006, título original: La culture des cités. Publicado por Editorial Laertes, 2007, traducción de Emili Olcina.]
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