En 1968, Robert Venturi, Denise Scott Brown y Steven Izenour, tres profesores de arquitectura de Yale, partieron hacia Las Vegas para investigar los elementos arquitectónicos que hacían de la ciudad un lugar tan especial. Cuatro años después publicaban el celebérrimo Aprendiendo de Las Vegas. El simbolismo olvidado de la forma arquitectónica, un estudio sobre la esencia del strip de la capital de Nevada que huía de toda consideración moral sobre sus edificios o la significación y los analizaba de forma puramente estética. La publicación del libro desató un tsunami en la arquitectura entre defensores y detractores; tal vez las palabras que mejor resuman lo que supuso sean de Peter Hall: significó el final de la arquitectura moderna y su paso a la postmoderna.
Las Vegas se analizan aquí exclusivamente como fenómeno de comunicación arquitectónica. Del mismo modo que el análisis de la estructura de una catedral gótica no tiene por qué incluir un debate sobre la ética de la religión medieval, tampoco aquí ponemos en cuestión los valores de Las Vegas. La ética de la publicidad comercial, de los intereses del juego y del instinto competitivo no nos interesa aquí, aunque creemos, desde luego, que debería formar parte de las tareas sintéticas y más amplias del arquitecto, de las cuales tal análisis no sería sino un aspecto.
En este contexto, el análisis de una iglesia drive-in equivaldría al de un restaurante drive-in, pues se trata de un estudio del método, y no del contenido (p. 23)
Con estas palabras de la introducción ya bastaría para destacar su postmodernistmo; el resto es un estudio detallado de las formas comunicativas del Strip.
En efecto, se analiza sobre todo la forma en que la arquitectura (o construcción, si lo prefieren) de la calle mayor de Las Vegas «es antiespacial; es más una arquitectura de la comunicación que una arquitectura del espacio; la comunicación domina al espacio en cuanto elemento de la arquitectura y del paisaje» (p. 29).
Los símbolos en Las Vegas se vuelven tan complejos que llegan a ser contradictorios y desorientan al conductor, que a veces debe girar a la derecha para llegar a la izquierda. La escala ha dejado de ser la del peatón y pasado a ser la del vehículo, con lo que el paseante obtiene la misma sensación que al recorrer un aeropuerto: de que ese espacio no está diseñado a su medida.
¿Qué se ha diseñado específicamente a medida del paseante? El interior de los casinos: un entorno hermético, estanco, a una temperatura artificialmente agradable y totalmente cerrado al exterior para que el jugador nunca sepa si es de día o de noche, si lleva dos o cinco horas jugando; para que pierda la noción del tiempo y entre en un estado de trance similar al que sucede en los centros comerciales.
El plano Nolli, que creó el famoso arquitecto de la ciudad de Roma donde señalaba las posibles transiciones entre espacio público y privado, cambia su versión y se convierte en Las Vegas en un mapa que destaca las diferencias entre espacios cerrados y aparcamientos «y se invierte la proporción macizo / vacío a causa de los espacios abiertos del desierto» (p. 41).
Pero son las señales y los anuncios de la autopista, con sus formas escultóricas o sus siluetas pictóricas, con sus posiciones específias en el espacio, sus contornos inflexionados y sus significados gráficos, los que identifican y unifican la megatextura. Establecen conexiones verbales y simbólicas a través del espacio, comunicando complejos significados mediante cientos de asociaciones en unos segundos y desde lejos. El símbolo domina el espacio. La arquitectura no basta. Y como las relaciones espaciales se establecen más con los símbolos que con las formas, la arquitectura de este paisaje se convierte en símbolo en el espacio más que en forma en el espacio. La arquitectura define muy pocas cosas: el gran anuncio y el pequeño edificio son las reglas de la carretera 66.
El rótulo es más importante que la arquitectura. Esto se refleja en el presupuesto del propietario. El rótulo, en primer plano, es un grosero alarde; el edificio, en segundo plano, una modesta necesidad. (p. 35; los destacados son nuestros).
¿Aspectos a favor de Aprendiendo de Las Vegas? Su capacidad para analizar un espacio nuevo, cada vez más presente en las ciudades, huyendo de consideraciones morales; la prefiguración de la postmodernidad. ¿Aspectos en contra? Los mismos. No se habla aún en el estudio de Venturi, Izenour y Scott Brown sobre simulacro e hiperrealidad, pero Baudrillard no tardará en hacerlo. O podríamos recordar las palabras de Francesc Muñoz sobre Urbanalización y cómo la preeminencia de la imagen eclipsa lo que se esconde tras ella; pasamos por La sociedad de la transparencia de Byung-Chul Han y terminamos en la denuncia de Carlos García Vázquez en Ciudad hojaldre sobre cómo las bellísimas imágenes del Kowloon de Hong Kong nos permiten olvidar la miseria que en el lugar se esconde.
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