Urbanalización (I): la ciudad multiplicada

Urbanalización. Paisajes comunes, lugares globales es un libro publicado en 2008 por el profesor de Geografía de la UAB Francesc Muñoz. Urbanalización es, también, «un tipo de proceso de urbanización banal del territorio, que se puede repetir y replicar en lugares diferentes».

Más que de urbanización podemos hablar entonces de urbanalización: los espacios públicos son utilizados como «playas de ocio»; se establecen programas de seguridad y vigilancia urbana de manera estandarizada; se desarrolla un consumo del territorio y de la propia ciudad a tiempo parcial, en función de la importancia que llegan a tener las poblaciones temporales y visitantes; se multiplican los barrios residenciales de casas en hileras… (p. 12).

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El primer capítulo presenta la noción de ciudad multiplicada, a la que se llega tras la crisis del fordismo y la separación entre ciudad y producción. En efecto, durante el siglo pasado los mercados fueron especializándose y pasaron de buscar las grandes producciones (recordemos, por ejemplo, Levittown y cómo todas las casas americanas de los 50 disponían del mismo tipo de electrodomésticos y coches) a la segmentación (la producción en small-batches), con consumidores más caprichosos, ligados a la moda y de consumo mucho más efervescente y ligado a productos de vida más corta.

Las ciudades no son ajenas a estos procesos, junto a los de desterritorialización y reteritorialización a que ya hizo referencia Edward Soja. Se da, en palabras de Saskia Sassen, una sobrecentralidad, es decir, «unas condiciones de extrema centralidad como lugares privilegiados de conexión a unas redes económicas definitivamente mundializadas» (p. 17) desde las que se dirige todo el proceso económico, ahora distribuido en flujos sobre el planeta.

La ciudad multiplicada se entiende, entonces, como aquella que explica y aglutina el resultado de tres procesos distintos:

  • una nueva definición de la centralidad urbana y las funciones a ella asociadas;
  • la multiplicación de los flujos y las formas de la movilidad en el territorio;
  • la aparición de nuevas maneras de habitar tanto la ciudad como el territorio.

Vayamos por partes. La centralidad ha dejado de entenderse como la capitalidad de una ciudad dentro de una región determinada; tras la globalización, como destacó Sassen, aparecen unas ciudades globales que se convierten en sedes del poder y de los flujos. Asociadas a ellas, las otras ciudades, en orden decreciente, se van viendo sometidas a procesos de especialización a escala internacional; «la cartografía de la sobrecentralidad urbana es pues la de la desigualdad territorial» (p. 20). «Un espacio articulado sobre periferias donde se produce o transforma y centros donde se investiga, administra y controla.» La especialización de la ciudad viene determinada por la red o las redes de las que forme parte: siguiendo a Castells, Muñoz cita el ejemplo de Miami, ciudad de gran centralización de los procesos de blanqueamiento del dinero que proviene del narcotráfico pero, por ejemplo, centro financiero en nada comparable a Nueva York o Londres. En función de la elección de la red, cada ciudad ocupa nodos distintos de centralidad.

Atendiendo a este polo se pueden explicar la aparición de las edge cities, recordemos, ciudades surgidas a remolque de una gran ciudad que crecen a una distancia lo bastante alta para poder ofrecer tranquilidad y precios asequibles a sus ciudadanos pero lo bastante cerca para poder aprovechar todas las grandes infraestructuras de la ciudad madre; o los parques tecnológicos, telepuertos…

En lo que respecta a la multiplicación de los flujos y la movilidad sobre el territorio se explica por los diversos usos que los habitantes hacen de cada ciudad. En efecto, los habitantes metropolitanso viven mayoritariamente en áreas urbanas pero realizan actividades en muchos otros lugares. Según donde vivan, trabajen, consumen, realicen su ocio, accedan a los servicios públicos… dejan de estar circunscritos a unos límites administrativos de cada ciudad y se convierten en habitantes a tiempo parcial de distintos lugares.

Se dibujan así diversos espacios que están habitados en función de la hora del día o incluso del día de la semana: ciudades o lugares de ocio vacíos entre semana pero repletos el fin de semana, zonas de oficinas abandonadas por las noches o entregadas a otros usos; todo ello lleva a Muñoz a hablar de los territoriantes.

Los territoriantes son, por supuesto, habitantes o residentes de un lugar pero no sólo eso. Al mismo tiempo, son usuarios de otros lugares y visitantes aún de otros. En otras palabras, son habitantes a tiempo parcial, que utilizan el territorio de distinta forma en función del momento del día o del día de la semana y que, gracias a las mejoras en los transportes y las telecomunicaciones, pueden desarrollar diferentes actividades en puntos diferentes del territorio de una forma cotidiana. El territoriante multiplica así su presencia en el espacio metropolitano hasta el punto de que su relación con él se establece más a partir de un criterio de movilidad, los lugares donde desarrolla actividades, que a partir de un criterio de densidad, el lugar que, estadísticamente, lo fija al territorio según donde esté su residencia principal. El territoriante, por tanto, se define como territoriante entre lugares y no como habitante de un lugar y constituye el prototipo de habitante de la ciudad postindustrial. Es por ello que los territoriantes pertenecen a una ciudad nueva, hecha de los fragmentos de territorio donde viven, trabajan, van de compras o visitan. Los territoriantes habitan geografías variables en ciudades de geometría también variable. (p. 27; el destacado es nuestro).

Huelga decir que los territoriantes son los habitantes de la ciudad multiplicada.

La metáfora que corresponde a la ciudad multiplicada es la del rizoma, de Deleuze y Guattari: «se caracteriza por la multiplicidad de entradas y de relaciones entre elementos no necesariamente dispuestos de forma jerárquica, por la heterogeneidad de sus partes y por conexiones no entre puntos o unidades diferenciadas sino entre líneas -segmentos o estratos-«. Estructura sin centros que conforma diferentes mesetas (de ahí las Mil mesetas del título del libro de los filósofos) y que varían la función del conjunto en función de cuál sea el lugar desde el que uno observa.

Muñoz termina este primer capítulo con dos reflexiones. La primera, sobre las muchas formas en que se ha abordado el estudio de esta nueva forma de ciudad:

  • desde los procesos territoriales: la ciudad global (Sassen), la ciudad sobreexpuesta (Paul Virilio), la ciudad informacional o el espacio de los flujos (Castells), telépolis o ciudad a distancia (Javier Echevarría), la ciudad de bits (Mitchell), metápolis (François Ascher) o postmetrópolis (Soja);
  • en cuanto a los aspectos morfológicos y las nuevas topologías de forma y crecimiento urbano: edge cities (Joel Garreau), technoburb (Robert Fishman), flex-space (Ute Angelika) o periferia compleja (Roger Keli);
  • sobre los aspectos funcionales: la citta difusa de Francesco Indovina.

Y la segunda reflexión viene sobre este término, ciudad difusa, y las muchas formas en que se ha malinterpretado. Se acuñó para referirse a un territorio con unas características muy concretas y hoy se usa para abarcar casi todas las formas de nueva espacialidad en las ciudades; es por ello que Muñoz propone dos pares de términos para substituirlo: ciudad/urbanización, difusión/dispersión. Si la ciudad hace «referencia a un contenido que recoge la práctica social, cultural y política que se engloba en la civitas, la urbanización es sólo la vertiente física o material del crecimiento urbano y su expansión sobre el territorio».

Por su parte, la difusión se refiere a procesos de homogeneización territorial a partir de la diseminación sobre el territorio de determinadas características de la ciudad; que a día de hoy se plantean de forma difusa. La dispersión, en cambio, se refiere a los cambios en la escala al pasar de una concepción regional a una global. La difusión remite a un elemento que difunde, mientras que la dispersión plantea la discusión en término morfológicos y geométricos.

Con estos dos pares de conceptos surgen la ciudad dispersa y la ciudad difusa, y la urbanización dispersa y la urbanización difusa.

Definida y acotada la ciudad multiplicada, en el próximo capítulo nos sumergiremos en ella para analizar qué forma toma la urbanización en su interior.

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