El atlas de las metrópolis es una publicación de Le Monde Diplomatique del año 2014 que aborda el tema de las ciudades desde diversos puntos de vista. Entendido como una introducción a sus diversos temas, las sitúa en la historia, da un repaso a las que han sido sus principales funciones y avanza los que son los mayores retos a los que se enfrenta en la actualidad y en el futuro.
Dividido en cinco capítulos, el primero, a modo de introducción, lo protagonizan seis personalidades (un arquitecto, Jean Nouvel, un guionista de cómics, una cocinera, un monje y un artista callejero) que dan sus diversas definiciones y puntos de vista de lo que es una ciudad. Destacamos la reflexión de la socióloga Saskia Sassen:
Las ciudades son sistemas complejos. E inconclusos. En esa inconclusión reside la posibilidad de hacer: hacer el urbanismo, hacer la política, hacer la sociedad o hacer la historia. Estos aspectos no bastan para definir lo urbano, pero son una parte esencial de su ADN. Así, muchos de nuestros terrenos densamente construidos no son de la ciudad; les falta la esencia misma de la ciudad. Calle tras calle se extienden las torres altas de viviendas, los inmuebles de oficinas o incluso las fábricas… y nada de todo eso responde a la pregunta de ¿qué es lo urbano?
Cada ciudad es diferente de las demás y lo mismo sucede con las disciplinas que las estudian. Sin embargo, todo estudio dedicada a la ciudad se confrontará siempre a la incompletitud, la complejidad y la posibilidad de hacer. (…) Las ciudades se vuelven entonces heurísticas: cuentan una historia que las supera.
(…) En realidad, es el nivel nacional el que pierde la pertinencia. Regiones específicas de un país ya tejen vínculos con regiones parecidas, igual de singulares, situadas en muchos otros países. La relación que antaño se establecía de país a país se realiza actualmente de ciudad a ciudad, de Silicon Valley a Silicon Valley, de universidad a universidad o de museo a museo.
(…) Las ciudades globales son espacios clave en la formación de estas nuevas geografías de la centralidad. Pero las ciudades son asimismo estos lugares donde estar desprovisto de poder no impide hacer la historia o la política. Un grupo de obreros en una plantación puede protestar y discutir, pero su poder no es grande. En muchos aspectos, su impotencia es elemental. Este mismo grupo, en una gran ciudad, puede protestar y tener reconocimiento, volverse visible. Continúan siendo impotentes, pero su impotencia es compleja.
Esto me ha conducido a dos nociones, fundamentales según mi manera de ver. La calle global como lugar indeterminado en el corazón de nuestros espacios urbanos, por contrastes sobredeterminados. Un lugar donde quienes carecen de poder pueden hacer política. (…) La segunda noción hace del espacio urbano un lugar dotado de palabra. Por ejemplo, un potente coche concebido para la velocidad y la distancia entra en el centro de la ciudad. Enseguida, sus prestaciones se reducen a nada. El coche aminora ante el tráfico. La ciudad ha hablado.
El segundo capítulo explica la historia de las que han sido las principales ciudades del mundo en algún momento de la antigüedad: Babilonia, Atenas, Roma, Bagdad, Constantinopla, Kioto… hasta terminar con un capítulo especial dedicado a las ciudades artificiales surgidas de la nada y generadas por un único arquitecto (Brasilia y Óscar Niemeyer, Le Corbusier y Chandigarh, la Salina Real de Arc-et-senans y Claude Nicolas Ledoux).
El tercer capítulo, «Y el planeta devino ciudad», nos habla del proceso de globalización de las ciudades y de aquellas que se han convertido en lo que hoy denominamos «ciudad global»: París, Londres, Berlín, El Cairo, Tokio, Lagos y Johanesburgo, las megalópolis chinas y su crecimiento desmesurado. El capítulo termina con el estudio sobre algunos temas actuales de las ciudades: la suburbanización (entendida en este caso en la acepción francesa y española, es decir, las afueras de las ciudades, a menudo de nivel adquisitivo inferior, y no el suburio americano, que es una periferia uniforme de clase media); el aburguesamiento de los centros urbanos, la existencia de parques y plazas en las ciudades.
El cuarto capítulo, «El desafío de la ciudad», trata los principales temas que afectan a las ciudades francesas. Muchos de sus temas, sin embargo, son extrapolables a toda ciudad: las distancias centro-periferia (especialmente sangrantes en el caso francés con los conflictos centro-banlieu); la expansión comercial de los centros, donde cada vez es más difícil vivir (lo hablamos hace nada a propósito de la conversión en centro turístico de Ciutat Vella en Barcelona. City for sale); las distintas gestiones de ciudades que han llevado a cabo los partidos de izquierdas o de derechas (aunque concluyen en el reportaje que ambas gestiones no han sido tan distintas, a largo plazo).
Finalmente, el quinto capítulo estudia la ciudad del futuro, retos a los que se enfrentará y posibles formas que puede adoptar: los guetos de los ricos, que cada vez copan mayor espacio en las ciudades y donde no se permite entrar a los que no dispongan de cierta renta y que, además de limitar el espacio urbano, fomentan que una clase se mezcle sólo con los que son como ellos, con lo que atenta contra el «derecho a la diversidad» (que no es un derecho, pero parece un concepto indisociable del término ciudad) ; la circulación de vehículos y cómo cada vez se está restringiendo más en el centro de las ciudades para fomentar tanto el transporte público como la circulación de viandantes (otro tema que tratamos hace nada con la posible desaparición de Madrid central); las smart cities, con las que terminaremos esta reseña; y, finalmente, este capítulo propone posibles futuros para las ciudades: desde habitar los mares con ciudades flotantes que irían a la deriva por los mares tropicales del ecuador (donde los vientos son menos peligrosos), ciudades sumergidas para generar menor huella ecológica, hasta la posibilidad de habitar el espacio.
Acabamos con unas palabras muy pertinentes de Bruno Marzloff, sociólogo y director del grupo consultor Chronos, a propósito de las smart cities y el peligro de poblar la ciudad de sensores que lo midan todo: «Cuando se concibió el Plan Voisin a principios de los años 1920 en París, Le Corbusier quiso reorganizar la ciudad para adaptarla al nuevo objeto de deseo que era el coche, ya fuera partiendo desde cero o eliminando aquello que ya existía. A pesar de todas las ventajas que ofrece el coche, pues transformó la ciudad en un lugar muy funcional, hoy somos testigos de los daños que también ha causado. Lo mismo sucederá con la ciudad digital, ya que se concebirá solamente a partir de presupuestos digitales.» Sólo dos apuntes al respecto: el crédito social chino (y II) y los intereses tras la concepción empresarial de las smart cities.