La sociedad del espectáculo (II): Fragmentos

Como ya dijimos en la presentación e introducción del libro, La sociedad del espectáculo, de Guy Debord, es difícil de explicar sin diluir sus contenidos. Se podría resumir, muy de lejos, muy por encima, diciendo que se trata de una denuncia sobre cómo el capitalismo abandonó la pugna por doblegar al trabajador en su puesto de trabajo (batalla que ya tenía ganada) y generó una sociedad, la del espectáculo, para someterlo en todos los otros ámbitos de su vida, llegando al extremo de eliminar la realidad y convertirla en espectáculo (espejismo, simulación; nos vienen a la mente tanto Baudrillard con su Cultura y simulacro como, por ejemplo, y llevándolo al terreno del blog, Sorkin y Variaciones sobre un parque temático [I, II y III]).

la societe

I. La separación perfecta

1.

La vida entera de las sociedades en las que imperan las condiciones de producción modernas se anuncia como una inmensa acumulación de espectáculos. Todo lo directamente experimentado se ha convertido en una representación.

2.

(…) La realidad, considerada parcialmente, se despliega en su propia unidad general como un seudomundo aparte, objeto de la mera contemplación. (…) El espectáculo en general, como inversión concreta de la vida, es el movimiento autónomo de lo no vivo.

3.

El espectáculo se presenta como la sociedad misma y, a la vez, como una parte de la sociedad y como un instrumento de unificación (…) se trata explícitamente de aquel sector que concentra toda mirada y toda conciencia.

4.

El espectáculo no es un conjunto de imágenes sino una relación social entre las personas mediatizadas por las imágenes.

5.

No debe entenderse el espectáculo como el engaño de un mundo visual (…) se trata más bien de una Weltanschauung (…) es una visión del mundo objetivada.

6.

El espectáculo, entendido en su totalidad, es al mismo tiempo el resultado y el proyecto del modo de producción existente. No es un suplemento del mundo real, una decoración sobreañadida. Es el núcleo del irrealismo de la sociedad real. (…) Es la omnipresente afirmación de una opción ya efectuada en la producción y su consiguiente consumo.

10.

Considerado en sus propios términos, el espectáculo es la afirmación de la apariencia y la afirmación de toda vida humana , o sea social, como simple apariencia.

11.

Al analizar el espectáculo, se habla en cierto modo el lenguaje mismo de lo espectacular, en cuanto se ocupa el terreno metodológico de aquella sociedad que se expresa en el espectáculo. Pero el espectáculo no es sino el sentido de la práctica total de una formación económico-social, su empleo del tiempo. Es el momento histórico en que estamos inmersos.

12.

La actitud que por principio exige es esa aceptación pasiva que ya ha obtenido de hecho gracias a su manera de aparecer sin réplica, gracias a su monopolio de las apariencias.

13.

El carácter fundamental tautológico del espectáculo se deriva del hecho simple de que sus medios son, al mismo tiempo, su fin.

16.

El espectáculo somete a los seres humanos en la medida en que la economía los ha sometido ya totalmente. No es otra cosa que la economía que se desarrolla por sí sola.

17.

La primera fase de la dominación de la economía sobre la vida social comportó una evidente degradación del ser en tener en lo que respecta a toda valoración humana. La fase actual de ocupación total de la vida social por los resultados acumulados de la economía conduce a un desplazamiento generalizado del tener al parecer.

23.

El espectáculo es el discurso ininterrumpido que el orden actual mantiene sobre sí mismo, su monólogo autoelogioso. Es el autorretrato del poder en la época de su gestión totalitaria de las condiciones de existencia.

26.

Con la separación generalizada del trabajador y su producto, se pierden todo punto de vista unitario sobre la actividad realizada y toda comunicación personal directa entre los productores. (…) El triunfo del sistema económico de la separación es la proletarización del mundo.

27.

(…) De modo que la actual «liberación del trabajo», el aumento del tiempo de ocio, no es en modo alguno una liberación en el trabajo, ni una liberación del mundo conformado por ese trabajo. La actividad enajenada en el trabajo no puede nunca recuperarse mediante la sumisión a los resultados de ese mismo trabajo alienado.

30.

La alienación del espectador en favor del objeto contemplado (…) se expresa de este modo: cuanto más contempla, menos vive; cuanto más acepta reconocerse en las imágenes dominantes de la necesidad, menos comprende su propia existencia y su propio deseo. La exterioridad del espectáculo en relación con el hombre activo se hace manifiesta en el hecho de que sus propios gestos dejan de ser suyos, para convertirse en los gestos de otro que los representa para él.

34.

El espectáculo es el capital en un grado tal de acumulación que se ha convertido en imagen.

 

II. La mercancía como espectáculo

37.

El mundo a la vez presente y ausente que el espectáculo hace visible es el mundo de la mercancía que domina toda vivencia.

40.

El crecimiento económico libera a las sociedades de la presión natural exigida por la lucha inmediata por la supervivencia, pero estas sociedades no se liberan de su libertador. (…) La abundancia de mercancías, es decir, de relaciones mercantiles, no puede significar otra cosa que la supervivencia ampliada.

42.

El espectáculo es el momento en el cual la mercancía alcanza la ocupación total de la vida social.

43.

(…) Este obrero, repentinamente liberado del total desprecio que hacia él manifestaban ostensiblemente todas las modalidades de organización y control de la producción, se encuentra diariamente a salvo de ese desprecio y aparentemente tratado como una persona relevante, con una atenta gentileza, bajo su disfraz de consumidor. (…) Así, la «perfecta negación del hombre» ha alcanzado la totalidad de la existencia humana.

44.

Pero la supervivencia consumista es algo que siempre debe ampliarse, porque no deja de contener la privación. No hay un más allá de la supervivencia ampliada, ningún límite de detención del crecimiento, porque ella misma no se encuentra más allá de la privación, sino que es la privación misma enriquecida.

47.

(…) El consumidor real se transforma en consumidor de ilusiones.

 

III. Unidad y división de la apariencia

59.

(…) la propia insatisfacción se ha convertido en mercancía desde el momento en que la abundancia económica se ha vuelto capaz de ampliar su producción hasta el tratamiento de esa materia prima.

60.

La representación espectacular del hombre aglutina toda esta banalidad al concentrar en sí la imagen de un posible papel que desempeñar (la estrella). (…) Las estrellas del espectáculo existen como figuras de diversos tipos de estilos de vida y de comprensión de la sociedad, libres para ser desempeñadas en un nivel global. Encarnan el resultado inaccesible del trabajo social, mimetizando los subproductos de ese trabajo que son mágicamente proyectados sobre él como si fuesen su objetivo: el poder y las vacaciones, la decisión y el consumo, que se encuentran al principio y al final del proceso incuestionado. (…) Pero, así como las actividades de estas estrellas no son realmente globales, tampoco son realmente diversas.

61.

El representante del espectáculo unificado (la estrella del espectáculo) es lo contrario del individuo (…) Al desplazarse hacia el espectáculo como modelo de identificación, el individuo ha renunciado a toda cualidad autónoma para identificarse con la ley general de la obediencia al curso establecido de las cosas en cuanto tal.

62.

(…) Así se recompone la serie interminable de ridículos enfrentamientos que movilizan un interés sublúdico, desde las competiciones deportivas hasta las elecciones. Allí donde se ha instalado la abundancia consumista, el primer plano de los roles más falaces ha sido ocupado por una oposición espectacular entre la juventud y los adultos: pero no existe en parte alguna el adulto, el hombre dueño de su vida, mientras que la juventud, la existencia cambiante, no es la propiedad de unos hombres que serían hoy jóvenes, sino del propio sistema económico, del dinamismo capitalista.

66.

Cada mercancía determinada lucha por su cuenta, no puede reconocer a las demás, pretende imponerse en todas partes, como si fuera única. (…) En esta lucha ciega, cada mercancía, siguiendo sus inclinaciones, realiza inconscientemente algo en efecto más grande: la conversión de la mercancía en mundo, que es también la conversión del mundo en mercancía. De esta manera, por medio de una astucia de la razón mercantil, lo particular de la mercancía se desgasta en ese combate, pero la forma mercancía progresa hacia su realización absoluta.

 

VI. El tiempo espectacular

152.

En su área más avanzada, el capitalismo concentrado se orienta a la venta de bloques de tiempo «totalmente equipados», cada uno de los cuales constituye una sola mercancía unificada que integra cierto número de mercancías diversas.

153.

La imagen social del consumo del tiempo, por su parte, está exclusivamente dominada por los momentos de ocio y sus vacaciones, momentos representados a distancia y postulados como deseables, como toda mercancía espectacular. Esta mercancía se ofrece aquí, explícitamente, como el momento de la vida real cuyo retorno cíclico hay que esperar. Pero incluso en estos momentos reservados para la vida, lo que se reproduce y se ofrece a la vista no es más que el espectáculo, que alcanza así un grado más intenso. Lo que se representa como la vida real se revela simplemente como la vida más realmente espectacular.

154.

La realidad del tiempo ha sido substituida por la publicidad del tiempo.

 

VII. La ordenación del territorio

165.

La producción capitalista ha unificado el espacio, que ya no está limitado por sociedades exteriores.

166.

Desde este momento, el espacio libre de la mercancía se modifica y se reconstruye a cada instante, para hacerse cada vez más idéntico a sí mismo, para alcanzar más perfectamente su monotonía inmóvil.

168.

Al ser un subproducto de la circulación de mercancías, la circulación humana considerada como consumo, el turismo, remite fundamentalmente al ocio que consiste en visitar aquello que se ha vuelto banal. (…) La modernización no ha extinguido únicamente el tiempo de los viajes, les ha hurtado también la realidad del espacio.

169.

El urbanismo es la conquista del entorno natural y humano por parte de un capitalismo que, al desarrollarse según la lógica de la dominación absoluta, puede y debe ahora reconstruir la totalidad del espacio como su propio decorado.

172.

El urbanismo es la realización moderna de la tarea ininterrumpida que salvaguarda el poder de clase: el mantenimiento de la atomización de los trabajadores, que las condiciones urbanas de producción habían reunido peligrosamente. (…) El esfuerzo de todos los poderes establecidos, tras la experiencia de la Revolución Francesa, para aumentar los medios de mantener el orden en las calles, ha culminado finalmente en la supresión de la calle.

174.

La dictadura del automóvil, producto-piloto de la primera fase de la abundancia mercantil, se inscribe en el territorio con el dominio de la autopista, que disloca los antiguos centros urbanos y pone en marcha una dispersión siempre creciente. Al mismo tiempo, los momentos de reorganización parcial del tejido urbano se polarizan provisionalmente en torno a esas «industrias de la distribución» que son los supermercados gigantescos, edificados en descampados, sobre un pedestal de parkings; y estos templos del consumo acelerado están ellos mismos en fuga permanente, incluidos en el movimiento centrífugo que les desplaza a medida que se convierten a su vez en centros secundarios sobrecargados, pues han provocado una recomposición parcial de la aglomeración. Pero la organización técnica del consumo no es más que el primer nivel de la disolución generalizada que ha llevado a la ciudad a consumirse a sí misma.

199.

(…) La verdad de esta sociedad no es otra cosa que la negación de esta sociedad.

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