Más que un libro de antropología urbana, Exploración de la ciudad es un «estudio sobre el ordenamiento de las relaciones sociales en la vida urbana», en palabras del propio autor. Olvídense de conceptos como el ballet de las aceras de Jacobs o el baile de disfraces de Manuel Delgado, incluso de la representación teatral de Goffman, al que comenta: Hannerz es un académico, director del Departamento de Antropología Social de la Universidad de Estocolmo cuando se publicó el libro (1980), y eso se nota: académico, basto en sus apelaciones a la teoría, muy, muy denso, y, lamento decirlo, árido para el lector casual; demasiado. O a mí me ha aburrido como a una ostra, y con perdón.
El estudio se divide en diversos capítulos: el primero estudia la Escuela de Chicago, el segundo el concepto sobre el urbanismo de Wirth en su famoso artículo; el tercero, las aportaciones de la Escuela de Manchester, y aquí ya empieza a volverse pesado; el cuarto, el concepto de las redes, es decir, un primer intento de sistematización de las relaciones sociales que pueden darse en un entorno urbano; el quinto, un resumen de las aportaciones de Goffman al entorno urbano, y el hecho de que incluso este capítulo sea aburrido, cuando Goffman es un escritor fácilmente accesible a todo el mundo, ya dice horrores de Hannerz; y, finalmente, un capítulo donde sistematizar todos estos apuntes y convertirlos en una teoría de las relaciones sociales urbanas.
Que las relaciones posibles en una ciudad son distintas de las de cualquier otro entorno es bastante evidente; también lo son en un pueblo, en una fábrica y en un entorno minero o comuna hippie. Su clasificación, sin duda, debe de ser un elemento interesante; pero en este blog nos hemos preocupado más por conocer qué efectos tiene esta determinada ordenación urbana sobre sus habitantes que en analizar esas posibles relaciones. El ballet de las aceras, la necesidad de salir a la calle y crearse un personaje con el que enfrentarse al estudio de los otros transeúntes, la nerviosidad de Simmel… son efectos palpables en el día a día de las calles que hasta los que no habitamos la ciudad podemos vivir sólo simplemente visitándola.
Por todo ello, me quedo especialmente con los dos primeros capítulos, los referentes a la Escuela de Chicago, porque forman un resumen genial de lo que fueron las primeras aportaciones de la sociología a lo que luego acabaría denominándose antropología urbana.
La Escuela de Chicago comienza con la llegada de Park en 1913. Park tenía 50 años, había sido periodista (periodismo de investigación). A la larga, sin embargo, y buscando algo más, se matriculó en Filosofía y al tiempo acabó obteniendo un doctorado en Heidelberg tras asistir a conferencias del propio Simmel. Debido a su formación heterodoxa, Park entendía tanto la ciudad a lo grande (su tesis fue sobre comportamiento colectivo) como al detalle. «En cualquier sociedad, pensaba Park, el individuo lucha por preservar su respeto de sí mismo y su punto de vista, pero sólo puede lograrlo ganándose el reconocimiento de otros. Esto es lo que convierte al individuo en una persona. Pero en la ciudad este orden moral de las relaciones está sembrado de dificultades especiales. El dinero, más que el civismo, se convierte en el medio de intercambio. La gente apenas se conoce entre sí: » En estas circunstancias, la posición social del individuo está sobremanera determinada por signos convencionales -por la moda y la ‘presentación’- y el arte de vivir se reduce considerablemente a patinar sobre sus superficies quebradizas y a un escrupuloso estudio del estilo y las formas » (Park, 1952, p. 47).» (p 36).
Los procesos de segregación establecen distancias morales que convierten a la ciudad en un mosaico de pequeños mundos que se tocan pero no se compenetran. Esto hace posible que los individuos pasen rápida y fácilmente de un medio moral a otro, y estimula el fascinante pero peligroso experimento de vivir al mismo tiempo en varios mundos diferentes y contiguos, pero por lo demás muy alejados entre sí. (Park, 1952, p. 47).
Sin embargo, esta faceta fue poco estudiada por la Escuela de Chicago: una de las críticas que les hace Hannerz es, precisamente, la de que concebían los entornos que estudiaban prácticamente como si estuviesen aislados, hecho que se da poco en la ciudad.
Park desarrolló la idea de la «ecología humana». Teniendo en cuenta que sus estudios se centraban, sobre todo, en barrios marginales, pronto se dio cuenta de que éstos iban evolucionando: uno ocupaba el lugar de otro, los vecinos veían aumentados o disminuidos sus ingresos y primero uno, luego una mayoría, al final todos acababan reubicados; su antiguo barrio lo ocupaba otro grupo cuyo poder adquisitivo era menor. Park teorizó con que había un estrato de la vida humana donde la gente tendía a comportarse como las otras cosas vivientes, un estrato «subsoscial» o «biótico» en que la competencia era la forma básica de coexistencia (…) una competencia por el espacio. (p. 38). «La ecología humana estaba concebida como una sociología del espacio.» (p. 39).
El primero de los famosos estudios sociales de la Escuela de Chicago fue The Hobo, de Neals Anderson, en 1923. Hobo significa tanto trabajador migratorio como vagabundo, vago, mendigo. Los hobos eran los trabajadores temporales que iban siguiendo la segunda frontera que se expandía hacia el Oeste (la primera había sido el ferrocarril). Su zona se encontraba más hacia el Oeste, pero Chicago era una buena puerta de entrada, un nodo esencial en el ferrocarril, que usaba a menudo para desplazarse, y una terminal desde donde poder llegar a donde hiciese falta. Anderson estimó que entre 300 y 500 mil hobos pasaban por Chicago anualmente; de ellos, siempre había en la ciudad entre 30 y 75 mil. Existían cinco tipos, según Anderson, así como lugares específicos de la ciudad para ellos, arterias por las que transitar y hasta una contrapartida femenina. Especialmente rico era su vocabulario para definir a otras personas: su mundo era completamente mutable y «no permitía ninguna organización social sólida», por lo que necesitaban una forma fácil y rápida para catalogar a cualquier persona con la que se cruzasen.
En 1927 se publicó The Gang, de Frederic M. Thrasher, un estudio sobre las, según él, 1313 pandillas que había en la ciudad en ese momento. Lo interesante del estudio fue que catalogaba las bandas en función de su estado: «tipo difuso» cuando eran meros grupos con los que reunirse, «tiposolificado» cuando se convertían en una maquinaria bien integrada que les permitía presentar un frente sólido contra el mundo, «tipo convencionalizado» cuando se volvían algo similar a un club. Thraser estudió también los motivos por los cuales los jóvenes buscaban la integración en la pandilla, incluso atendiendo a razones microsociales.
Probablemente el concepto más importante del estudio es el término intersticial; es decir, que pertenece a espacios situados entre una cosa y otra. En la naturaleza las materias extrañas tienden a reunirse y apelmazarse en todas las grietas, hendiduras y resquebrajaduras: los intersticios. También hay fisuras y fallas en la estructura de la organización social. La pandilla se puede considerar como un elemento intersticial en el marco de la sociedad, y el territorio pandilleresco como una región intersticial en el trazado de la ciudad. (Thrasher, 1963, p. 20)
El libro de Louis Wirth The Ghetto (1928) seguía la historia del barrio judío tanto en Europa en general como en Chicago en concreto. El estudio es especialmente interesante, destaca Hannerz, tanto porque los judías eran una comunidad bastante cerrada y característica como por su evolución y la «presencia» de la ecología urbana que le permitió desarrollar a Wirth. Los judíos de Chicago se establecieron en un barrio en concreto, el West Side; sin embargo, con el tiempo, algunos de los judíos fueron atraídos por la bondad económica fuera del gueto y buscaron otras zonas, ocupando gradualmente el barrio de Lawndale, antaño habitado por irlandeses y alemanes pero que ahora era un barrio de nivel algo más elevado y con una concentración étnica menor. Sin embargo, cada vez más y más judíos escapaban del West Side hacia Lawnsdale, que se acabó conociendo como Deutschland (la mayoría de los judíos eran de procedencia alemana), con lo que los primeros judíos se dieron cuenta de que el barrio los había seguido e iniciaron una nueva diáspora. Ése era el concepto de ecología de Wirth.
Adjunto aquí un link a un resumen de la obra realizado por David Iglesias Xifra.
10 comentarios sobre “Exploración de la ciudad, de Ulf Hannerz: la Escuela de Chicago”