Vamos con el octavo y penúltimo apartado de Teorías e historia de la ciudad contemporánea, de Carlos García Vázquez.
Destaca el autor cómo, a finales de los 70, la definición de la historia urbana como disciplina había concluido. En las décadas siguientes, sin embargo, en vez de consolidarse, la historia sufrió el embate del relativismo postmoderno, que deslegitimó la «historia universal» fundada por Hegel. Este embate tuvo dos oleadas: la primera respecto a los contenidos, ampliando los aspectos a estudiar; la segunda respecto a las metodologías, dejando de lado la cronología progresiva y buscando otras formas de abordar la historia.
Uno de los nuevos temas fue suburbia, claro. Robert Fishman con Bourgeois Utopia (1987) dio el pistoletazo de salida que siguió Dolores Hayden con Building Suburbia (2003). Hayden, además, abrió un segundo frente temático: la visión de género, auspiciada desde los estudios culturales. Hayden acusaba al capitalismo de haberse aliado con el machismo: en la ciudad preindustrial, casa y lugar de trabajo coincidían, por lo que las tareas eran compartidas. Al llegar a la ciudad industrial, el trabajo se apartó del hogar, especialmente tras la Segunda Guerra Mundial, cuando se invitó a las mujeres a retirarse de las fábricas (los hombres ya iban volviendo) y quedarse en casa (en suburbia, nada menos) a ocuparse de los críos. En 1995 publicó The Power of Place.
William H. Whyte había observado algo similar en El hombre organización (1956): la periferia, suburbia, era el reino femenino, ligado al hogar y las compras domésticas, mientras que el centro americano, downtown, era un coto masculino. Los women’s studies se centraron por lo tanto, inicialmente, en estudios sobre el espacio público; y cómo los movimientos de la mujer del siglo XIX por el espacio público, por ejemplo, venían codificados por la sociedad; y aquellas mujeres que lo incumplían, sospechosas de ser prostitutas.
Sin embargo, una segunda oleada de estudios feministas discrepaba (Elizabeth Wilson, por ejemplo). Pregonaban que en la ciudad habían existido siempre espacios liminales semipúblicos semiprivados (teatros, grandes almacenes, cafés) donde las mujeres podían desenvolverse con libertad y autonomía. De hecho, primar el hábito del espacio público sobre el doméstico era una forma machista de estudiar la historia; había que primar el estudio del espacio doméstico.
Anthony Sutcliffe fue el líder de la International Planning History Society (1977), que abordaba la historia del urbanismo basándola en las variables socioeconómicas. Su libro British Town Planning. The Formative Years (1981), fue, de hecho, el pionero. Siguió con Towards the Planned City (1981). Peter Hall vino después, con Cities of Tomorrow (1988), un rastreo de la evolución temporal y geográfica de las ideas clave del urbanismo.
Finalmente, Anthony D. King publicó Urbanism, Colonialism and the World-Economy en 1990, analizando el proceso de implantación del urbanismo occidental en las colonias británicas.
El otro embate contra la historia urbana clásica fue al de sus fuentes. Huyendo de la burda cronología histórica, se buscaron fuentes alternativas surgidas de la experiencia personal, intentando comprender el día a día de las personas anónimas, más que el de los héroes o los grandes nombres. Se usó la música, la danza, cine, pintura, fotografías, relatos de viajes; y, especialmente, la literatura. Citando sólo algunos ejemplos:
- La imagen de la ciudad: de Esparta a Las Vegas, de Paolo Sica, 1977.
- Metropolis 1870-1940, de Anthony Sutcliffe, 1984.
- Carne y piedra: el cuerpo y la ciudad en la civilización occidental, de Richard Sennett, 1994.
- Cities in Civilization, de Peter Hall, 1997.
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