TAW (III): The Royal Capital and Court

Tercera sesión sobre el Imperio Asirio, impartida por Karen Radner. En esta ocasión, centrada en la capital y la corte.

La nueva capital, Kalhu, la actual Nimrod, fue una buena elección para el traslado del gobierno: estaba mucho mejor localizada que Assur. A medida que el Imperio se iba expandiendo, Assur quedaba cada vez en una zona más periférica; Kalhu, en cambio, estaba más al centro, por lo que las comunicaciones y las delegaciones tenían más fácil acceso.

palacio
ekallu: palacio, del sumerio ‘casa grande’

Kalhu ya existía desde el Neolítico, unos 5000 años antes. La ciudad, situada cerca de la ruta este-oeste (y por lo tanto mucho más accesible que Assur, a 70 kilómetros al sur pero rodeada de estepas), se había convertido en el tiempo en un monte, debido a la forma de construcción de la época: casas de arcilla, que se iban nivelando a medida que dejaban de ser útiles, por lo que las grandes aglomeraciones con el tiempo se iban convirtiendo en montes. Esta forma de construcción también explica que los reyes dejasen mensajes escritos en tablillas de cerámica: sabían que tarde o temprano los cimientos serían removidos y alguien encontraría sus proclamas.

El palacio real se distribuía en tres zonas, cada una alrededor de un patio distinto: la zona de estado, donde se llevaban a cabo las recepciones oficiales; la administrativa, donde se dirigía la ciudad y el Imperio, y la zona privada, que habitaba la familia real. Los accesos tanto desde la ciudad al palacio como entre las distintas alas eran pocos y bien protegidos, tanto por porteros como por guardianes divinos.

guardianes
Protectores de las puertas

El rey tenía una sola reina, pero multitud de esposas; y todos sus hijos eran legítimos y formaban parte de la familia real, lo que contrasta con el resto de la sociedad, monógama.

En la corte coexistían, además de esta gran familia, centenares de sirvientes y esclavos: guardias, cocineros, pasteleros, bailarines, limpiadores. Era tal honor servir en la corte que muchas familias enviaban a sus hijos, aunque la mayoría eran convertidos en eunucos. Por contra, en la corte existía otra casta, los «barbudos», delegados o bien hijos de otros reinos o prisiones nobles de guerra que tenían cierta libertad para caminar por el palacio y eran tratados con honores. A menudo pasaban gran tiempo en Kalhu y luego eran enviados de vuelta a sus reinos de origen, donde se esperaba de ellos que actuasen en beneficio del Imperio Asirio al conseguir puestos de poder, lo que a menudo hacían. Era una forma de mantener lazos políticos por todo el Imperio y reforzar la sensación de unidad.

Se puede observar una reconstrucción del palacio en 3D llevada a cabo por el Metropolitan de Nueva York en este link.

Vida familiar. Nos es sencillo hoy en día reconstruir la vida en la ciudad en los tiempos asirios, pero no así cómo se vivía en los pueblos, porque todas las excavaciones realizadas son sobre ciudades o sobre enclaves funerarios.

La casa asiria se estructura alrededor del patio, lugar importante donde se llevan a cabo multitud de acciones diarias: cocinar, lavar, tejer; todas ellas, en un enclave privado. No hay ventanas, porque aún no existen cristales finos; y, pese a que la estructura es capaz de sostener un segundo piso, no es habitual, y cuando existe es sólo en algunas partes de la casa. La entrada desde la calle da al patio, y de éste se accede a las otras estancias de la casa. Las más privadas, los dormitorios, cada uno de los cuales tiene un aseo incorporado (los asirios daban mucha importancia a la limpieza). Tenían tuberías, agua corriente, un pozo en cada casa, y la higiene se llevaba a cabo en casa, en privado. No existen ventanas pero sí pozos de ventilación que además dejan entrar algo más de luz.

Para la construcción de estas casas se usaba arcilla mezclada con paja y sin cocer, porque suponía un gasto de material de quemar, por lo que la vida práctica de las casas era de unos 50 o 60 años. El techo y las puertas estaban hechas de madera, el material más caro, hasta el extremo de que, al comprar la casa, el contrato solía hacer constar si se había comprado con o sin puertas y techo de madera.

La sala más privada de la casa, llamada sala «fuerte», el comedor privado que sólo usaba la familia, es también donde enterraban a sus familiares, si podían permitírselo: levantaban una trampilla y dejaban los cadáveres allí. Existe constancia de que en algunos funerales públicos (figuras reales, por ejemplo), los cadáveres recibían alguna especie de tratamiento para evitar olor o enfermedades, pero no se sabe con certeza en qué estado se guardaban los cuerpos en las casas ni cómo lo hacían para evitar incomodidades. Los cuerpos estaban metidos en sarcófagos hechos de piedra, metal u otros materiales, en función del nivel adquisitivo.

Esta forma de enterrar a los muertos implica que distintas generaciones vivían en la misma casa. Los hijos abandonaba el hogar al casarse, salvo el hijo mayor, que heredaba la casa y se quedaba a vivir allí con su familia. La familia típica consistía en la pareja, los hijos y la madre del hombre; no así el padre, porque en Asiria iban estrechamente ligados el acto de casarse con el de recibir la herencia paterna. Es decir, los hijos no se casaban hasta que moría el padre. Teniendo en cuenta que la expectativa de vida de los hombres era de unos 50 o 60 años, lo habitual era que los hijos se casasen hacia el final de la veintena o principios de la treintena. La esposa solía ser mucho más joven, una niña que prácticamente acabase de empezar a menstruar, alrededor de 13 o 14 años. La mujer dejaba a su familia atrás al casarse, momento en el que también recibía su herencia (la dote).

También estaban los esclavos, que vivían en la misma casa (si la familia podía permitírselo). Tenían tres orígenes distintos: por un lado, existía cierto comercio de esclavos: los prisioneros de guerra podían venderse como tal, los extranjeros añadían un toque de distinción a las familias pudientes (los esclavos de Anatolia estaban especialmente bien valorados); por otro, los hijos de los esclavos seguían perteneciendo a la familia (la forma más habitual con diferencia); finalmente, los propios asirios que tenían un golpe de mala fortuna podían venderse a sí mismos como esclavos para pagar una deuda, o a sus hijos (aunque esta vía no era la habitual). No era inhabitual que los miembros varones de la familia dejasen embarazadas a las esclavas; los hijos, aunque fuesen reconocidos, no eran legítimos, pues sólo los hijos de la esposa eran de la familia y recibían herencia.

Es decir, la sociedad asiria era monógama con su sentido del matrimonio, relacionado con el paso de la herencia y la dote y en términos de propiedad con los hijos, no en el sentido de relaciones amorosas o relaciones que puedan llevar a hijos.

Ojo: recordemos que seguimos hablando de familias bien en la Asiria urbana, una clase media acomodada y pudiente. La familia real no era muy distinta: también el matrimonio tenía que verse en términos de propiedad y heredad, también enterraban a sus muertos bajo el palacio… pero el rey tenía distintas esposas, aunque sólo una de ellas era la reina, y todos los hijos de éstas eran legítimos sucesores al trono. Esto se hacía para garantizar el linaje real: era demasiado arriesgado tener sólo una esposa y una cantidad limitada de hijos. Recordemos, además, que el asesinato entre aspirantes al trono no estaba mal visto, por lo que es bueno que abundasen.

Los consejeros del rey. Ya en la antigüedad, los primeros asirios creían que unos seres con forma de pescado brotaban del Golfo Pérsico a diario para instruir a los primeros asirios en las artes de la civilización y el urbanismo. Este proceso duró hasta la gran inundación (es decir, el diluvio bíblico), y a partir de entonces tuvieron que ser los propios humanos los que se aconsejasen unos a otros. Es por eso que los consejeros en Asiria vestían con una capa en forma de pescado (de hecho, estaba hecha de un pescado de verdad, un salmón enorme que crecía en el río Tigris).

consejeros

Un tipo de consejeros de este estilo eran los los doctores o exorcistas. No había mucha diferencia entre ambos, porque la enfermedad se consideraba un toque de lo divino, causada por alguna acción errónea u ofensiva contra los dioses.

El otro tipo eran los músicos. Los asirios consideraban que ayudaban grandemente al bienestar personal, por lo que el rey tenía un gran séquito de músicos.

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El rey, en el centro, tras cazar a un león. A la derecha, dos músicos con instrumentos de cuerda similares a la lira.

En este ejemplo, los músicos cantaban para acompañar el ritual de la caza: el rey, al matar el león, de alguna forma convertía el mundo en un lugar más racional, civilizado, seguro; y los músicos contribuían creando un equilibrio. Ésa era su tarea: equilibrar el mundo, generar bienestar. Pero no sólo se los consideraba consejeros por ese motivo, sino por las dos lenguas que usaban para cantar: a veces lo hacían en asirio, pero otras usaban el sumerio, lengua ancestral y considerada la lengua de los dioses.

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