La civilización tal y como la entendemos hoy en día empezó en Mesopotamia. Fue allí donde, al abrigo de los grandes Imperios, se construyeron las primeras ciudades (o tal vez habría que formularlo al revés: a raíz de la creación de las primeras ciudades, surgieron los primeros Imperios de la humanidad), configurando algunos elementos que luego han pasado a formar parte del ADN de las ciudades.
He empezado el curso Organizing an Empire: The Assirian Way en coursera, impartido por Karen Radner, de la Universidad de Múnich. Vamos allá con la Introducción.
El Imperio Asirio fue el primer Imperio de talla mundial. Se estableció hace unos 3000 años en lo que hoy en día es el norte de Irak, y sus decisiones tenían consecuencias desde el Valle del Nilo hasta el Mar Caspio. En el 700 a.C., el Imperio se extendía desde el Mediterráneo hasta Irán y desde el centro de Turquía hasta el Golfo Pérsico. El curso se centra en el momento de máximo esplendor del Imperio por diversos motivos:
- representó el surgimiento de un nuevo modelo de Estado que ha llegado hasta nuestros días;
- dicho modelo, además, se puede aplicar a la forma que tienen las multinacionales de operar hoy en día en diversos países;
- la herencia de sus creencias no sólo permeó todo el Mediterráneo sino que llega en algunos aspectos hasta nuestros días.
La cultura asiria nos es, al tiempo, familiar y extraña: seguimos apreciando un buen vino, como ellos, pero no comemos brochetas de langosta; y consideramos esencial tener agua potable y alcantarillas en casa, pero no necesitamos acceso desde el comedor a la tumba subterránea de la casa.
Un aspecto esencial de la cultura asiria y del conocimiento que tenemos de ella es que usaban cerámica como soporte para la escritura. Ello supuso que, a partir de mediados del siglo XIX, cuando empezaron las excavaciones de la zona, hayamos podido obtener gran cantidad de información sobre cómo fueron sus vidas.
La historia de Asiria empieza en Assur, situada en el Río Tigris, cerca de la actual ciudad iraquí de Tikrit. Se fundó hace 5000 años, bastante antes de la época Imperial en la que se centra el curso. Assur se dedicaba a comerciar productos traídos de Turquía que enviaba río abajo.
Los dirigentes de Assur no se veían como reyes, sino como los representantes del dios Assur en la tierra. Assur era, de hecho, tanto el nombre de la ciudad el del Dios, y en principio significaba (era) la montaña en la que se estableció la ciudad (el Dios era la encarnación del sitio). Hasta el siglo 14 a.C., simplemente dirigían la ciudad, con la ayuda de una asamblea que incluía a las cabezas de los clanes preponderantes. A partir de entonces, con la llegada de Ashur-uballit, ya se denominaban a sí mismos como reyes. El Rey Ashur-uballit fue el primero en llamar a su reino el país de Assur, refiriéndose tanto al Dios como a la ciudad. Hoy en día, sin embargo, hablamos del Imperio Asirio, usando el término griego.

El reino original era pequeño, del doble del tamaño de Luxemburgo. A partir de ahí se fueron expandiendo, incorporando provincias y considerando a sus habitantes como asirios (de forma similar a como harían luego los romanos).

El curso se centrará en la forma en que se organizó el Imperio Asirio, y el punto de partida será el año 879 (a.C., todos los años son aC, así que no hará falta ponerlo más), cuando la capital se trasladó de la ciudad de Assur (y del Dios Aššur) a la recién creada mega ciudad de Kalhu, con todos los cambios políticos y de organización que eso supuso.
Medio ambiente y el día a día. Empecemos con el clima. El sur de Irak es un desierto, sí; sin embargo, está regado por los ríos Tigris y Éufrates, extremadamente fértiles, lo que crea una zona que lleva 6000 años siendo fuente de agricultura. El norte de Irak tiene un clima mediterráneo: inviernos de lluvia y frío, primaveras que son explosión de vitalidad y crecimiento, veranos secos donde todo se consume. Siria, otra zona importante del Imperio, es mayoritariamente estepa, difícil de regar, pero perfecta para el pastoreo, sobre todo de ovejas.
La población de la zona llevaba tres vidas distintas: por un lado, los agricultores, viviendo al día con las estaciones (del mismo modo que se hace hoy en día); por el otro, los pastores, que llevaban una vida sedentaria pero durante la primavera iniciaban una estación nómada y se llevaban los rebaños de pastoreo por la zona de las estepas, para engordar a los animales y sacrificarlos al final del verano, salvo a las hembras que les darían nuevos rebaños en primavera; y, finalmente, los habitantes del sur, donde no había estaciones (desierto) pero, sin embargo, recibían las inundaciones de los ríos en primavera, con el deshielo de las nieves invernales, y por lo tanto vivían de forma similar a los vecinos del norte. Los ríos Tigris y Éufrates eran los que vinculaban a todos los habitantes del Imperio, creando sensación de llevar una vida común, además de ser el medio de comunicación entre ellos.
Algunas ciudades del Imperio, como la propia Assur hoy en día (no era así en el momento del Imperio, pero el clima ha variado ligeramente) vivían en lo que se llama la «zona de riesgo», una zona en la que las precipitaciones oscilan alrededor de los 200 milímetros por año. Esta cifra es importante porque, por debajo, las cosechas no sobreviven, y marca la diferencia entre el hambre y la supervivencia. Por ello el dios del clima, o dios de las tormentas, es tan importante en las culturas del Medio Oriente, y tiene tantas representaciones distintas. Se lo figura como una deidad voluble, capaz de hacer florecer el desierto pero también de provocar terremotos, por ejemplo. Los asirios lo llamaban Adad [Ádad]. En el norte, donde la lluvia marca la diferencia en la supervivencia de las cosechas, se lo veía de esa forma voluble; en el sur, donde el agua llega cada año y el problema no es su llegada, sino su contención, para que no se desborden los ríos, en cambio, se lo veía como un dios casi burócrata, formal, el que rige las presas y canales.
La escritura en Asiria. En Asiria convivían dos tipos de escritura: por un lado, la aramaea, silábica, basada en el alfabeto fenicia y muy similar a la escritura griega o latina, donde se usaban letras para representar los distintos sonidos. Se escribía de derecha a izquierda, y normalmente se usaban pluma y tinta sobre pergamino o cuero. Por el otro lado, se escribía el asirio en cuneiforme sobre tablillas de cerámica usando un estilete para ejercer presión (aquí un vídeo de escritura con el estilete). cuneiforme significa, de hecho, «en forma de cuña» en latín, puesto que es la impronta que dejaba el estilete sobre la cerámica blanda (o sobre cera). A diferencia del arameo, el asirio es el idioma tradicional y, de hecho, el cuneiforme es la forma tradicional de escritura en toda Mesopotamia.
Pese a que ambas lenguas eran oficiales, el Imperio sólo podía usar el asirio con escritura cuneiforme al enviar cartas, que iban acompañadas (envueltas por) sus respectivos sobres, también de cerámica y donde sólo se leían el remitente y el destinatario.
El arameo es silábico, con unas treinta letras para reproducir los sonidos; la escritura cuneiforme, en cambio, usaba cientos de signos, algunos de los cuales representan sílabas (ma, um, an) mientras que otros representan palabras enteras, que se podían combinar a gusto del escriba. De hecho, con apenas 100 símbolos es posible escribirlo todo (de forma similar a un alfabeto fonético, donde, lógicamente, tendría más sentido usar los 30 símbolos del arameo que los 100 del asirio en cuneiforme), pero la gracia del arameo y su escritura es que, en función del contexto y de los conocimientos del escriba, se podían usar unos u otros signos; una forma de mostrar la cultura y capacidad del que escribía.
Cada persona (esto es: cada persona que necesitaba enviar o recibir cartas, es decir, una élite documentada y sus escribas) tenían un sello personal y único que aplicaban sobre el sello que envolvía la carta y que servía para firmarla.

Finalmente, recomendar esta web, donde está básicamente toda la información accesible en inglés sobre la época y el Imperio Asirio: Knowledge and Power.
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