Séptima semana del curso Sociología Urbana para un Mundo Globalizado, impartido por Patrick Le Galès.
La postmetrópolis y las críticas a los modelos. Para las postmetrópolis no existe un modelo sociológico posible: si acaso, se definen mediante la negación, lo que ya no son las ciudades, o apuntando desde otras disciplinas distintas a la sociología. La postmetrópolis se percibe como fragmentada, única, una visión de procesos múltiples y diversos, una ciudad distinta para el siglo XXI. La población mundial se está volviendo urbana; algunas ciudades afrontarán el problema de la escasez de agua, por ejemplo. Asimismo, las ciudades ya no son occidentales: Tokyo, Nueva York, Los Angeles, siguen siendo relevantes, pero algunas ciudades en China pasan en cinco años de aldea a diez millones de habitantes, por lo que algunos ya usan el término «global south».
Ciudades conflictivas, ciudades disputadas, el rechazo al modernismo, al capitalismo y al Estado. Los movimientos sociales urbanos se definen como movilizaciones colectivas no establecidas desde los partidos políticos y con la intención de cambiar políticas urbanas o de defender sus propios intereses. Los casos de las ciudades latinoamericanas fueron espectaculares, normalmente con movimientos vinculados a partidos de la izquierda contra las dictaduras en Buenos Aires, Santiago de Chile o Sao Paulo. En los Estados Unidos, los movimientos sociales, más o menos urbanos, quedaron simbolizados en la figura de Martin Luther King y en las protestas de los 60 en Watts, Detroit o Chicago. Las ciudades pivotan alrededor del conflicto, y ése fue el objetivo de lo que se denominó nueva sociología urbana, una innovadora sociología neomarxista que nació en los 70 para evidenciar la importancia de estos movimientos en las dinámicas y transformaciones de la ciudad. El libro de Manuel Castells La ciudad y las masas, del 83, también estudió este tema.
Los movimientos suelen estar clasificados en cuatro tipos distintos:
- el uso de bienes colectivos, el agua, la vivienda;
- la calidad de vida en los barrios en oposición a los grandes proyectos urbanos (como el famoso movimiento NIMBY, not–in-my-back-yard, o las oposiciones a la gentrificación de algunos barrios);
- demandas de transparencia y mayor participación y democratización en los gobiernos;
- movimientos de identidad cultural, como los derechos de los homosexuales.
Además, se da la característica de que los movimientos sociales suelen implicar a los que están en los extremos del espectro político, es decir, grupos de extrema derecha y grupos muy conservadores, así como a personas en riesgo de exclusión social y los más desfavorecidos. Mientras mayor sea una ciudad, además, mayor la proporción de desigualdad, con lo que habrá más personas en situación desfavorable, y esto es especialmente evidente en las postmetrópolis.
Más allá del modernismo, el viraje cultural de los estudios urbanos. La dimensión cultural de las ciudades siempre ha sido uno de los objetivos de los estudios urbanos, ya desde el principio con la Escuela de Chicago, cuando estudiaron la formación de los guetos y sus múltiples aspectos, o los estudios posteriores de las favelas de Río de Janeiro, los barrios de Santiago, los Gecekondu en Estambul. Los estudios, progresivamente, se fueron convirtiendo en una crítica del sistema urbano occidental, hasta llegar a los estudios postcoloniales. El momento coincidió con el desarrollo de nuevas disciplinas, como los estudios feministas, y la influencia que hubo en otras como la arquitectura, la historia o la crítica literaria por parte sobre todo de la filosofía postestructuralista.
La base de estas doctrinas era sencilla: el mundo moderno occidental, basado en procesos de racionalización, tecnología, el estado y el capital, ya no sirve para explicar las sociedades contemporáneas modernas del mundo urbano. La cultura es más relevante que la clase para explicar el comportamiento, discurso o significado de los distintos grupos que conforman el (un) mundo.
Las postmetrópolis se caracterizan por la inmigración y la pluralización de la identidad. Y eso allana el camino para entender las ciudades como mosaicos, postmetrópolis fragmentadas; desde Georg Zimmer a Walter Benjamin, pasando por Richard Senate, se ha pensado la ciudad en términos de los otros. La mezcla con los extranjeros, gente distinta, interacciones extrañas, márgenes urbanos peligrosos. Es estimulante por la novedad y también por la pizca de temor que asociamos; eso es parte de la metrópolis que se ha perpetuado, hasta potenciado en la postmetrópolis.
Las postmetrópolis son lugares de multiculturalismo, reinvención de la identidad, movilidad de ideas y personas. El eslogan: puedes ser lo que quieras donde quieras. Y la posibilidad de huir de las etiquetas y categorías éticas, nacionales, sexuales.
Los estudios culturales se fijan en los textos para significar los cambios importantes en los procesos sociales, pero también en las memorias, la imaginación, el día a día, las interacciones y sucesos urbanos.
Es decir, la ciudad se lee simultáneamente como real e imaginada, como metafórica y literal, como lugar ordenado y desordenado. La postmetrópolis es un proceso fluido, constantemente reformado, caótico e indeterminado, vinculado a clamores rivales y contradictorios.
Recurramos a la definición de Zygmunt Bauman de sociedad postmoderna: formación social concreta caracterizada por un sistema complejo caótico y de indefinición crónica; es, también, una buena definición de la postmetrópolis. Trabajadores filipinos en Qatar o Hong Kong que retornan a Manila y luego vuelven a trabajar. Ecuatorianos o mexicanos atravesando las fronteras de Estados Unidos o no pudiéndolo hacer a causa de un muro; las diásporas chinas, los habitantes de Dakar o El Senegal viajando a París, Milán o Nueva York; algunos de esos desplazamientos son a causa de las guerras, Siria, Irak. Steven Vertovec ha propuesto llamarlo «superdiversidad», pero todos esos movimientos se reflejan en las postmetrópolis: ya sea con templos, congregaciones, comunidades, grupos, cada uno deja su impronta en la ciudad.
La cultura y el entretenimiento están de vuelta, la ciudad de los visitantes. La cultura es un aspecto que funciona como un imán en las ciudades. Por un lado los grandes focos culturales (los estudios de Hollywood en Los Angeles o Hong Kong, enclaves culturales como Florencia o Praga), por otro los grandes eventos culturales (Juegos Olímpicos, Exposiciones Universales, grandes eventos como el Mobile en Barcelona). El ejemplo por antonomasia: Las Vegas, una ciudad creada para el espectáculo en medio de la nada, que no paró de crecer hasta la crisis de 2008.
Las propias ciudades atraen flujos de turistas: Praga, París, Viena, Londres, Nueva York… pero también las emergentes, Bangkok, Singapur. Las ciudades deben tener infraestructuras para lidiar con esas hordas de turistas. Por ejemplo, el caso de Venecia, que está instalando tornos para controlar la enorme cantidad de turistas que quieren acceder a la ciudad, con el consiguiente aumento de precios y la progresiva desaparición de los servicios para los autóctonos. Las ciudades sólo necesitan una inversión, un IMAX, un casino, un Hard Rock Café, y ya pueden proclamarse como centros turísticos, corriendo el riesgo de convertirse en parques temáticos y morir de éxito.