CCNPU (III): Políticas urbanas e innovación social

Seguimos con el curso Ciudades en crisis y políticas urbanas de coursera. Tercera semana: Políticas Urbanas e Innovación Social, de nuevo introducido por Joan Subirats.

La innovación en el proceso de producción de las políticas urbanas: el caso de Barcelona. Pasamos a Ricard Gomà. Las políticas locales ofrecen una buena oportunidad para procesos más innovadores, democráticos, participativos, para generar un espacio público más compartido y comunitario donde se puedan resolver las necesidades de las personas con estrategias de colaboración.

Ejemplos en Barcelona: el acuerdo ciudadano por una Barcelona inclusiva; la acción comunitaria por los barrios, donde las entidades del barrio, junto a los servicios municipales, hacen un diagnóstico comunitario y deciden cuáles son las actuaciones que más bienestar pueden generar, y es esa mesa comunitaria la que luego gestiona esos servicios; la gestión ciudadana o comunitaria de los equipamientos culturales de la ciudad, donde vuelven a ser las redes ciudadanas las que presentan programas de gestión de determinados espacios culturales significativos de los distintos barrios.

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La administración pública ante las iniciativas urbanas del pro-común. Grupos de crianza, bancos de tiempo, bancos de alimentos… Es importante mostrar respeto desde las administraciones públicas por estas medidas, así como estar abierto a generar marcos de apoyo. La red de bancos del tiempo, por ejemplo: una vez creada, se establece un pacto con el ayuntamiento para que una entidad apoye a esos bancos, sin municipalizarlos ni centralizarlos, sólo sugiriendo y asesorando.

El proceso Fem Rambla en Poblenou, que surge tras un proceso fallido organizado por el propio ayuntamiento de Barcelona que pretendía informarse sobre cómo los ciudadanos querían organizar ese eje tan importante del barrio. Los ciudadanos, ante la propuesta del ayuntamiento, que no les parecía completa, en vez de rechazarla generaron otra, mucho más completa, asesorados por arquitectos y urbanistas, hasta aglutinar un tejido social mucho más amplio que lo conseguido por el ayuntamiento, y obteniendo así una respuesta ciudadana muy legitimada.

La participación en la ciudad. Pasamos a Ismael Blanco. Las políticas ciudadanas están de moda desde mediados de los 90. Existe un acuerdo por una gobernanza en las ciudades que permita mayor participación ciudadana, más allá de unas elecciones cada x años. Existen opiniones en contra, que argumentan que es una cesión del poder municipal a entidades que tal vez no estén bien informadas o sesgadas.

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Hoy todo el mundo habla de participación ciudadana, pero tal vez no se refiera al mismo concepto, por lo que vamos a aclararlo. Existen al menos cuatro grandes perspectivas:

  • la participación como derecho individual: derecho que las personas deberíamos tener en nuestra relación cotidiana con la administración pública, que se concreta en otros derechos: el derecho a ser escuchado, el derecho a poder elegir de qué proveedores queremos recibir los servicios (por ejemplo el sistema de cheques escolares), para superar la visión clásica de una administración burocrática que supuestamente es conocedora de lo que los ciudadanos necesitan. Esta corriente implica que las administraciones tendrían que estar más abiertas a escuchar a los ciudadanos.
  • la participación como espacio de representación asociativa: las asociaciones son representantes de intereses y de preferencias ciudadanas; en este apartado, lo esencial son los consejos consultivos (de barrio, de distrito, de la mujer, de la gente mayor…) en tanto que representan distintos intereses ciudadanos. Por un lado, permite intermediar entre distintos intereses; y por otro refuerza la legitimidad a través de una mayor relación directamente con los segmentos de población interesados.
  • la democracia deliberativa: con dos rasgos importantes. El primero es el énfasis en la participación de la ciudadanía a título individual, independientemente de si está o no en asociaciones (por ejemplo, formar parte de un jurado). El segundo rasgo es la importancia del debate, que permite incorporar la perspectiva del ciudadano medio partiendo de la premisa de que cada ciudadano, en tanto que usuario de la ciudad, puede aportar ideas y conocimientos propios.
  • la participación comunitaria: la organización colectiva como mecanismo a partir del cual empoderar a las sociedades. Este rasgo suele funcionar en las sociedades más desfavorecidas, ayudándolas al desarrollo de una identidad comunitaria que les permita recurrir a los otros tres tipos de perspectivas.
  • la democracia radical, una quinta perspectiva que aúna aspectos de las anteriores: el valor de la participación es el de promover cambios significativos en las relaciones de poder políticas y sociales; el poder ciudadano debe contrarrestar el enorme poder de influencia que tienen ciertas élites económicas en las ciudades, así como promover la redistribución de recursos. Esta perspectiva tuvo sobre todo mucha importancia en los 90 en las ciudades de América Latina.

Innovación social y liderazgo colectivo en los barrios. Hablamos del proyecto Socrisis, que explora cómo las comunidades locales, a nivel de barrio, están haciendo frente a la recesión de la crisis del 2008. Para ser un motor de cambio social, la innovación social tiene que ser eficaz y escalable. Eficaz: 1) resuelve el problema, 2) empodera a la ciudadanía, 3) produce cambios en las relaciones sociales y de poder. Escalabilidad: la capacidad que una iniciativa tiene para ser ampliada y multiplicada, ya sea mediante procesos de scaling out, es decir, extendiendo sus efectos, consiguiendo más participación, llegando a más personas y resolviendo el problema de forma más amplio, o con procesos de scaling up, es decir, que logra ir más allá del contexto local e incide en una escala geográfica superior. El objetivo del proyecto Socrisis es estudiar por qué la innovación social surge de forma más eficaz y escalable en unos entornos que en otros.

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El proyecto compara varios procesos de innovación social que tienen lugar en cuatro barrios de dos ciudades distintas, Barcelona y Nueva York. En Nueva York, la crisis generó más gentrificación, especialmente en zonas donde la crisis fue más violenta. En Barcelona, las zonas urbanas vulnerables han visto la multiplicación de los desahucios.

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